Si vas a cambiar de coche y quieres uno automático, seguro que te importa saber qué pasa con el consumo. Aquí te lo explicamos.
Hubo una época en la que los cambios automáticos estaban asociados a coches caros y lujosos, con un tipo de conductor al que el consumo, en un momento dado, pues como que tampoco es que le importase mucho.
También era una época en la que la gasolina no estaba en los precios actuales. Obviamente, nos estamos refiriendo a los años 70, 80 e incluso 90. Optar de aquella por un cambio automático era sinónimo de tener, sí o sí, un mayor consumo.
En la mayoría de los casos era cajas de cambio automáticas con convertidor de par, en muchos casos con sólo cuatro marchas. Y sí, consumir al menos 1,0 ó 1,5 L/100 km más de media que uno manual era lo habitual. Tampoco eran los mejores cambios desde el punto de vista prestacional. Así que sí, eran una ‘joya’, y probablemente de ahí viene la mala fama que tenían entonces y que, en algunos casos, siguen arrastrando hoy.
Sin embargo, a finales de los 90 y primeros de siglo, las cosas empezaron a cambiar. Aparecieron las cajas de cambio CVT, un tipo de caja que no solucionaba tampoco los problemas ni de consumo ni de prestaciones. Al menos, sí se ganaba en suavidad.
Pero he aquí que el Grupo Volkswagen presentó, en 2003, la conocida como caja de cambios DSG de doble embrague, un tipo de cambio automático que ya había probado incluso Porsche en competición en los años 80 y que había caído en el saco del olvido.
La caja de cambios de doble embrague conseguía una suavidad impresionante en los cambios de marcha, sin interrupción alguna de la aceleración entre marcha y marcha, tal y como muestra el vídeo que ponemos a continuación y con el que Volkswagen anunciaba su cambio.
Muchas ventajas… o, al menos, sin desventajas
Pero, además, esta caja era muy buena desde el punto de vista prestacional. Cambiaba de forma instantánea porque, en realidad, no cambiaba de marcha: cambiaba de embrague. De los dos embragues que tenía, uno era para las marchas pares y el otro, para las impares. Si por ejemplo ibas en tercera, el embrague que estaba acoplado era el de las marchas impares. Y, al mismo tiempo, el otro embrague ya estaba gestionando tanto la segunda como la cuarta, de manera que, en cuando se pasaba a una marcha o a otra, el cambio era instantáneo.
Esa rapidez, además de suavidad y prestaciones, se combinaba además a la perfección con una gestión electrónica que ayudaba a que el consumo fuese prácticamente idéntico al de un cambio manual. Podías ver alguna versión que consumiese 0,1 L/100 km más con un cambio que con otro, pero a veces ganaba el manual y, en otras, lo hacía el automático. Y, en ocasiones, empataban.
La caja de cambios automática de doble embrague llegó también en un momento en el que el resto de fabricantes de cambios automáticos ya estaban trabajando en aumentar la eficiencia de sus cajas, y es probable que la llegada de la DSG les obligase a esmerarse un poco más. Las cajas de cambio de convertidor de par, además, aprovecharon para incluir cada vez un mayor número de relaciones, y hoy es habitual encontrarnos con cajas de siete, ocho y hasta nueve o diez relaciones, un ‘truco’ que les permite reducir mucho el consumo cuando se rueda por carretera.
La electrónica de la caja, la clave
La gestión electrónica también ha tenido mucho que ver, y es fácil observar cómo cualquier cambio automático, en cuanto dejamos de acelerar, tiende a meter la marcha más larga posible.
Además, en las mecánicas hibridadas, también es una buena forma de dejar el coche ‘a vela’, es decir, circulando en punto muerto (y, en ocasiones, con el motor apagado) cuando, por ejemplo, vamos por una ligera cuesta abajo en autopista sin necesidad alguna de acelerar.
¿Inseguro? A priori, nunca es recomendable dejar que el coche se desplace en punto muerto… pero lo cierto es que, con las gestiones electrónicas que emplean estas cajas de cambio, no hay problema alguno. Cualquier leve insinuación sobre alguno de los pedales, e incluso sobre la dirección, hará que instantáneamente el motor vuelva a funcionar (si es que se había parado) y la marcha vuelva a ‘engranar’, por decirlo de alguna manera.
¿Interesa por tanto comprarse un coche con cambio automático por consumo? Pues, si se trata de un modelo de menos de 20 años, lo más probable es que sí o que, al menos, no vaya a suponer un aumento significativo en el consumo.
Fuente: Aurofacil
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