Hoy en día, en pleno auge del vehículo eléctrico, existen coches como el superlativo eléctrico Rimac Nevera que, gracias a su avanzada tecnología, el año pasado firmó más de 20 récords en un mismo día incluyendo el de aceleración de 0 a 100 km/h en 1,81 segundos. Pero para llegar hasta aquí hay siglos de historia de la automoción, siempre en evolución.
Henry Ford o John D. Rockefeller fueron pioneros en la introducción de mejoras iterativas en la industria del automóvil, pero también hubo otros menos conocidos como Walter C. Baker, un ingeniero que fue un visionario en el campo de los coches eléctricos y que tenía un objetivo muy claro: hacer el primer coche capaz de superar los 160 km/h. Y lo consiguió.
Walter C. Baker, un “viajero en el tiempo” del siglo XIX
Entre 1850 y 1900 los coches eran radicalmente distintos a como los conocemos ahora, pues estaban en sus primeras etapas de desarrollo. Por lo general, se veían como extrañas y peligrosas “calesas sin caballos”, capaces de alcanzar velocidades vertiginosas entonces (muy por debajo de los 8 o 10 km/h) por las también primitivas carreteras de la época.
Generalmente movidos por vapor y con ruedas de madera, estos juguetes para ricos estaban reservados a muy, muy pocos privilegiados.
Pero si pensamos en los primeros motores de combustión, tenemos que remontarnos hasta 1885, cuando nace un proyecto revolucionario: el “Benz Patent-Motorwagen” o “Motorwagen” desarrollado por Karl Benz, quien lo patentó un año después.
Tenía un motor de combustión interna de un sólo cilindro y una velocidad máxima de unos 16 km/h (aproximadamente 10 mph). Con él, Bertha Benz, se convirtió en la primera persona en hacer un viaje por carretera.
En las mismas fechas nacen también los primeros coches eléctricos. Uno de los pioneros fue el ingeniero y empresario británico Thomas Parker, que comercializó una especie de “carrito de golf” eléctrico en 1884. Más evolucionado fue el “Flocken Elektrowagen”, desarrollado por el alemán Andreas Flocken en 1888, que tenía una batería recargable y podía alcanzar velocidades de hasta 9 mph o 14 km/h.
Pero uno de los fabricantes de coches eléctricos más revolucionarios de la historia sin duda fue Walter C. Baker, un ingeniero estadounidense con una mente prodigiosa y dotes de comercial.
Entre otras cosas, desarrolló un sistema de suspensión con cojinetes o de bolas “flotantes” (que permitía que las ruedas girasen sin verse afectadas por el peso del vehículo en caso de fallo del rodamiento), inventó el “tatarabuelo del cinturón de seguridad” y vendió miles de coches eléctricos a principios del siglo XX gracias a sus ingeniosas campañas.
El “Torpedo Baker”: una nave espacial eléctrica que pulverizaba los récords de velocidad
Tres años después de fundar la American Ball Bearing Company en 1895 y realizar sus primeros intentos de electrificar carruajes, el ingeniero del Medio Oeste de los EEUU decidió fundar la Baker Motor Vehicle Company junto a su cuñado y su suegro para producir y vender vehículos eléctricos en Cleveland (Ohio).
Tuvieron mucho éxito, e incluso fabricaron el primer coche de Thomas Alva Edison, un “biplaza” que le costó unos 850 dólares de la época. Pero Walter C. Baker no sólo era un ingeniero inquieto y brillante, sino que llevaba dentro el demonio de la velocidad.
Los récords de velocidad absolutos forman parte de la historia del automóvil, pues desde que los coches existen siempre hubo quien quisiera hacer el más rápido. Y además, daban prestigio y vendían coches. El viejo adagio de “ganar el domingo, vender el lunes” es muy antiguo, quizá incluso más que el propio automóvil.
En 1899, el primer coche en superar los 100 km/h fue un coche eléctrico: bautizado como “La Jamais Contente” (coche en francés es una palabra de género femenino), lo pilotaba el belga Camille Jénatzy. Con este enemigo a batir en mente, Baker se propuso demostrar que sus coches eléctricos estaban mejor construidos, eran más eficientes y más rápidos que los de cualquier otro fabricante de automóviles del planeta.
Así, invirtió una fortuna en construir el primero de sus tres vehículos de búsqueda de la velocidad: el “Torpedo” Baker, presentado en 1902. Realmente parecía un torpedo submarino, era completamente diferente a los vehículos de entonces, casi extraterrestre.
Con sus 11 baterías de plomo que alimentaban un motor eléctrico Elwell-Parker de 14 CV, entonces era uno de los bólidos más potentes del mundo. Las finas ruedas con radios de alambre tenían cubiertas de disco interior y exterior y, para reducir al mínimo la superficie frontal del coche y restar resistencia al viento, los asientos del conductor y acompañante estaban montados en tándem.
Pero el debut del Torpedo en Staten Island el Día de los Caídos de 1902 acabó en tragedia. Después de conseguir recorrer un kilómetro en poco más de 30 segundos en una calle pavimentada de Nueva York y firmar una media de 112 km/h (70 mph) en las pruebas, el coche se desvió erráticamente al salir de una curva y golpeó las vías del trolebús. Las ruedas se rompieron y el coche cayó sobre la multitud, dejando dos muertos y numerosos heridos.
Tras este desafortunado incidente, se puso fin a las pruebas de velocidad en vías públicas en EEEUU y se trasladaron a lugares más seguros, como las playas de Daytona-Ormond (Florida, EEUU) y sus largas rectas de arena. Aunque Baker abandonó brevemente la idea de establecer un récord de velocidad, dos años después ya tenía listos dos “Torpedo Kid”, más ligeros, pequeños y potentes que el original.
El coche, apodado “Ratón Blanco”, registró una velocidad máxima de 167,37 km/h (104 mph), aunque extraoficialmente Baker consiguió superar ese récord para superar ¡los 218 km/h! (136 mph), y aunque volvió a tener un accidente, esta vez sin heridos que lamentar. Entonces decidió abandonar definitivamente los récords y seguir vendiendo coches con el prestigio cosechado hasta entonces. Su firma, llegó a ser líder del mercado en todo EEUU a principios del siglo XX, en plena efervescencia del sector.
Ningún coche se acercaría siquiera a la velocidad ‘no oficial’ de Baker en las playas de Daytona hasta que Barney Oldfield (también de Ohio) llevó su famoso Blitzen Benz de 21,5 litros a 210 km/h (131 mph) siete años más tarde. Hubo que esperar hasta 1968 para que un vehículo eléctrico fuera más rápido que el de Baker, cuando Jerry Kugel llevó el Lead Wedge de Autolite a más de 225 km/h (139,89 mph) en las Salinas de Bonneville.
Escrito por:
Fuente: Motorpasión
Conoce en canal de Youtube de gestión de flotas
Suscríbete a la Newsletter de gestión de flotas
Curso ONLINE para la gestión de flotas de vehículos
Advanced Fleet Management Consulting, Webfleet Solutions, Optimatics, Mobileye, GantaBI, Unigis, Eccocar, y Alcoa Wheels organizan el “Curso para la Gestión de flotas de vehículos” con el fin de formar a los profesionales en gestión de flotas a tomar una visión global y conocer todas las actividades y factores clave involucrados en la gestión de una flota de vehículos.
El curso es único y presenta un enfoque innovador con los objetivos de reducir costes y optimizar la gestión de la flota.
info@advancedfleetmanagementconsulting.com
Rellena el siguiente formulario para recibir la información del curso y te puedas inscribir.