Lo hemos dicho infinidad de veces: Un automóvil de los últimos años es un auténtico ordenador con ruedas. Y no uno cualquiera, sino un ‘modelo’ especialmente potente, capaz y con multitud de dispositivos encargados de recopilar hasta el último dato que generas en cuanto comienzas a desplazarte. Y no es poca información: Los expertos aseguran que por cada hora de uso, un vehículo puede recoger hasta 25 gigas de datos.
Todos estamos de acuerdo en que los vehículos actuales se merecen el calificativo de inteligente, sin ninguna duda. Y que con sus múltiples sensores, radares, cámaras, asistentes, asistentes, conectividad… etc son capaces de proporcionar grandes ventajas pero, al mismo tiempo que recopilan información, controlan tus hábitos de conducción, reconocen tus preferencias… incluso ya los hay que puede saber datos biométricos, es decir, rasgos físicos que te definen de forma inequívoca frente al resto.
Pues bien, lo normal es que el usuario tenga muy poco control sobre esta recopilación de datos, que pueden ser una mina de oro tanto para el propio fabricante como para aquellos terceros con los que decida compatirlos… y, a veces, sin que ni siquiera seas conscientes. De hecho, cabe recordar que General Motors usaba la conectividad de sus vehículos para saberlo casi todo de la forma de conducir de sus clientes; información que compartía con la industria de los seguros a cambio, probablemente, de una buena cantidad de dinero.
La cuestión es que, a día de hoy, responder a preguntas como dónde se almacenan los datos recopilados, quién puede acceder a ellos, con qué fines se utilizan, con qué periodicidad se eliminan o si el propietario puede revisarlos… es muy complicado. Es cierto que puedes leerte los siempre extensos y complejos textos legales que los fabricantes ya suelen incluir en algún submenú del sistema multimedia. Pero, como decimos, lo normal es no estar muy al tanto de la manera en la que un vehículo ‘te espía’.
Y aunque es cierto que los fabricantes de automóviles y los legisladores deberían hacer algo más al respecto, también es verdad que los propios usuarios pueden poner en práctica, en su día a día, diversas medidas restringir los datos que cede al vehículo, la forma en la que se tratan o cómo están protegidos frente, por ejemplo, a amenazas exteriores, como un ciberataque.
Como nos recuerdan los compañeros del Área Técnica de la empresa tecnológica EUROCYBAR, existen una serie de medidas, sencillas pero eficaces, que puedes tener en consideración. Por ejemplo, en primer lugar, igual que el vehículo trata de ‘informarse’ sobre el usuario, dicho usuario también debe estar informado sobre su vehículo. ¿De qué, en concreto?
Pues, precisamente, de las capacidades que puede tener un modelo en concreto para ‘espiarte’ mediante cámaras, micrófonos, biometría… Lo suyo es averiguarlo en el manual de instrucciones, en el propio vehículo, en foros de Internet o en los mencionados textos legales que proporciona el vehículo. Así podrás saber qué datos se están recopilando y con qué fin.
Por otro lado, en cualquier dispositivo electrónico sensible, como puede ser un teléfono móvil, una tablet o un ordenador existen diferentes ajustes… y algunos de ellos están relacionados con la configuración de la privacidad. Pues en los vehículos también es posible cambiar esos ajustes con el fin de aumentar el nivel de protección de tus datos personales. Por ejemplo, puedes elegir un modo privado para no compartir la ubicación del vehículo, desactivar ciertas funciones de grabación -por ejemplo, si el coche incluye algún tipo de dash cam-… Es verdad que, al hacerlo -y así te informará el propio vehículo- perderás ciertas funciones, pero ganarás en intimidad.
Un poco ligado con lo anterior y siempre que sea posible, merece la pena dedicar un tiempo a buscar y activar todas aquellas funciones de ‘exclusión voluntaria’ en programas de recopilación de datos con los que no te sientas cómodo o de acuerdo -un ejemplo pueden ser los que tienen que ver con lo que muchos fabricantes denominan “el desarrollo de la conducción autónoma”, pero que puede analizar tus conductas al volante: velocidad, giros, uso de los frenos-. Por supuesto, desactiva los servicios conectados que no sean esenciales, pero que sí puedan poner en entredicho tu privacidad. Y aunque los fabricantes hablen de información anonimizada, si dudas, procura su desactivación.
De nuevo, parecido a lo que haces en otros dispositivos domésticos, debes siempre cerciorarte de que las conexiones que usa el vehículo sean ciberseguras. ¿Cómo? Se deben usar contraseñas robustas y exclusivas -no compartidas, por ejemplo, con otras redes- en funciones como el WiFi a bordo. Por supuesto, siempre hay que tener cuidado con las transacciones o comunicaciones confidenciales que hagas cuando exista una conexión a esa red.
Otro buen consejo que puede evitar ‘filtraciones’ es que se mantenga actualizado el software del vehículo, que empieza a ser algo cada vez más habitual en los modelos modernos. Entre las mejoras que suelen llevar aparejadas esas actualizaciones se encuentran medidas y parches contra posibles vulnerabilidades, que podrían ser aprovechadas por los ciberdelincuentes. Y que los datos también permanezcan a salvo también depende de que no le instales aplicaciones de origen dudoso y que podrían implicar violaciones de seguridad y permisos laxos que permitan recopilar muchos datos.
Y aunque suele como algo costoso, es bueno estar al tanto de tus derechos en lo relacionado con las leyes de protección de datos que existan en tu país o región, y no dudes en participar -en lo posible- en lo que tenga que ver con nuevas regulaciones para exigir mayores garantías y protección a los fabricantes de automóviles. Unas garantías que hay que exigir a las propias marcas o a los proveedores de servicios, comprobando que cumplen políticas éticas en relación con el manejo de los datos de los consumidores.
Fuente: HackerCar
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