Adquirir un coche usado siempre entraña sus riesgos. Uno de los más peligrosos es que haya sufrido un accidente. ¿Cómo detectarlo?
Siempre recordaré una frase que me dijo Azucena Hernández, por entonces mi jefa como directora de Autofácil, una vez que tuve un accidente con un coche de pruebas: “¿Conoces a algún carnicero que nunca se haya cortado en un dedo?”
Y es así. Conducir supone exponerse a cualquier tipo de accidente o incidente. Desde que te salte un chinazo por la autopista a que tengas un percance con otro vehículo, atropelles un animal, te salgas de la vía o golpees la columna de un garaje.
Es más, en ocasiones, ni tan siquiera hace falta que tú conduzcas: basta con que tu coche esté aparcado para que alguien le dé un golpe o marque su puerta contra la tuya al abrirla sin cuidado.
Así que lo más normal es que cualquier coche deba pasar de vez en cuando por el taller para reparar algún tipo de daño estético. En los últimos meses, hemos visto cómo numerosos especialistas tratan de enseñar trucos para detectar posibles accidentes: desde el espesor de la capa de pintura para ver si lo han repintado a la presencia de masilla, pasando por partes descuadradas o tornillos de zonas vitales manipulados.
Cosas que pueden ser normales
Pintar un coche, o pintar alguna de parte de la carrocería, es muy habitual. Y es cada vez más complicado encontrar un taller que lo deje pintado como cuando salió de fábrica. Sí, el código de pintura es el mismo, pero las imprimaciones, las capas de pintura, el secado, etc. de una reparación siempre dejarán pistas de que esa pieza ha sido repintada. Y no suele ser nada grave.
Siempre recordaré una frase que me dijo Azucena Hernández, por entonces mi jefa como directora de Autofácil, una vez que tuve un accidente con un coche de pruebas: “¿Conoces a algún carnicero que nunca se haya cortado en un dedo?”
Y es así. Conducir supone exponerse a cualquier tipo de accidente o incidente. Desde que te salte un chinazo por la autopista a que tengas un percance con otro vehículo, atropelles un animal, te salgas de la vía o golpees la columna de un garaje.
Es más, en ocasiones, ni tan siquiera hace falta que tú conduzcas: basta con que tu coche esté aparcado para que alguien le dé un golpe o marque su puerta contra la tuya al abrirla sin cuidado.
Así que lo más normal es que cualquier coche deba pasar de vez en cuando por el taller para reparar algún tipo de daño estético. En los últimos meses, hemos visto cómo numerosos especialistas tratan de enseñar trucos para detectar posibles accidentes: desde el espesor de la capa de pintura para ver si lo han repintado a la presencia de masilla, pasando por partes descuadradas o tornillos de zonas vitales manipulados.
Cosas que pueden ser normales
Pintar un coche, o pintar alguna de parte de la carrocería, es muy habitual. Y es cada vez más complicado encontrar un taller que lo deje pintado como cuando salió de fábrica. Sí, el código de pintura es el mismo, pero las imprimaciones, las capas de pintura, el secado, etc. de una reparación siempre dejarán pistas de que esa pieza ha sido repintada. Y no suele ser nada grave.
Con la masilla puede pasar más o menos lo mismo. La masilla es el producto que se emplea para dejar lisa una parte de la carrocería después de sacar un golpe. Lo ideal es tratar de dejar la chapa lo más lisa posible para, después, aplicar la masilla y, posteriormente, iniciar el proceso de pintado.
Lógicamente, volver un trozo de chapa arrugado a su estado original es complicado, y exige tiempo. Cuanto más tiempo le dediques, más liso lo vas a dejar. Pero en los talleres el tiempo escasea. En función de cómo haya sido el golpe y dónde, será más fácil o menos devolver esa parte afectada a su estado original… y ser recurrirá en mayor o menor medida a la masilla.
Por tanto, que haya masilla tampoco es sinónimo de siniestro total. La clave está en comprobar cuánto se ha enmasillado y en qué zona de la carrocería. No es lo mismo que detectemos un poco de masilla en mitad de una puerta que en un buen trozo de masilla en los pilares de las puertas. Lo primero no debe ser muy preocupante a prior; lo segundo, sí suele serlo.
En cuanto a las franquicias y ajustes de las piezas de la carrocería (por ejemplo, faros, aletas, paragolpes, puertas…) son sin duda una forma clara de detectar un golpe. Y, a poco que se haya doblado parte de la estructura sobre la que se asientan, volver a colocarlo todo en un sitio es también complicado: es casi imposible volver a dejarlo en estado original.
Ojo si ves estas cosas
Aun así, notar varias partes descuadradas sí es algo para ponernos en alerta. En ocasiones, no es tanto por la gravedad del accidente que haya tenido, que también, como por una posible reparación mejorable.
Llegamos así a la revisión de tornillos y piezas principalmente en los bajos del coche o en partes internas del vehículo, como el suelo del maletero, o los anclajes de la suspensión delantera. Eso sí que nos permitirá hacernos una idea de lo grave que ha sido el accidente, y también de lo bien o mal que haya sido reparado.
Todo lo que pueda afectar a la forma de pisar del coche, ya sea porque se haya desplazado algún anclaje de la suspensión, por ejemplo, o la reparación y no sustitución de elementos como algún brazo de suspensión, sí debe ponernos en alerta no ya sólo de la gravedad del accidente, que también, si no de una reparación no realizada convenientemente.
Ante estos últimos detalles, que normalmente se ven mejor en un taller, sí puede ser aconsejable descartar la compra del vehículo. Aun así siempre es recomendable pedir cita en un taller para que ellos lo observen y valoren. Si no somos profesionales, hay cosas que a nosotros nos pueden parecer gravísimas y que, en el fondo, no lo serán tanto.
Fuente: Aurofacil
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