Humano contra máquina… ¿Alguno de los dos es infalible para llevar a cabo las tareas del día a día? ¿Y si esa tarea es conducir? Los datos ya han hablado y, por ahora, el resultado de este duelo es… un empate. ¿En qué situaciones es mejor un coche autónomo y en cuáles uno que lleva una persona al volante?
En muchos campos, la automatización ha servido para mejorar nuestras vidas. El mejor ejemplo son las fábricas, donde el hecho de ‘dejar a las máquinas’ hacer su trabajo ha supuesto toda una revolución. ¿Pasa lo mismo cuando les ‘cedemos el volante’ a esas mismas máquinas?
Aparentemente, no hay nada más infalible que una máquina: Puede realizar tareas y trabajo sin descanso, no suelen equivocarse y descargan de mucho trabajo al ser humano. Pero donde suelen dar lo mejor de sí es en entornos controlados: una línea de producción, dentro de una fábrica o en un recinto cerrado… La cosa puede empezar a complicarse si se van sumando nuevos condicionantes a la ecuación. Es decir, cuando existen factores externos y la tarea no es tan ‘automatizada’ como en los ejemplos recién mencionados.
El ejemplo de todo esto tiene que ver con los vehículos completamente autónomos -es decir, aquellos de nivel 4 ó 5 en los que un coche puede hacerse cargo, por completo, de todo lo que sucede durante la conducción-. En este caso, lo que tenemos son máquinas capaces de desplazarse a altas velocidades y que, a pesar de disponer de todo tipo de tecnologías -radares, sensores, cámaras, lidar, cartografía, GPS…-, realizan su trabajo en carreteras abiertas al tráfico, rodeadas de otras máquinas -algunas también autónomas, pero otras con ‘seres humanos’ al volante-, en condiciones cambiantes de un minuto a otro y teniendo que tomar decisiones a cada segundo. Unas decisiones tan trascendentales que, según la que escojan, pueden suponer un accidente o no.
Para que todo esto no sean más que suposiciones, y teniendo en cuenta que ya existe un apreciable número de vehículos completamente autónomo circulando por las carreteras de medio mundo, nos encontramos en un momento en el que ya se pueden sacar conclusiones, basadas en hechos reales, que nos permitan ver en qué aspectos son ‘fuertes’ los vehículos autónomos frente a los convencionales y en cuáles deben mejorar.
La investigación, que ha estado dirigido por Shengxuan Ding -un estudiante de doctorado de la Universidad de Florida Central-, tuvo en cuenta la información de más de 2.100 accidentes y percances en los que se vieron implicados vehículos autónomos, pero también más de 35.000 accidentes de vehículos, producidos entre los años 2016 y 2022, que estaban conducidos por humanos.
Como primera -y esperada- conclusión, asegura que este tipo de movilidad en la que no interviene un conductor -o conductora- puede ser más segura en determinadas condiciones que en la que están involucrados los humanos … pero también resulta potencialmente más peligrosos en otras.
El estudio, publicado en Nature Communications, asegura que los vehículos autónomos tienen menos probabilidades de verse involucrados en accidentes que los conducidos por personas en situaciones, por decirlo así, cotidianas. Por ejemplo, las que tienen que ver con mantenerse dentro del carril o conservar la misma velocidad que el resto del tráfico.
Fallos… ¿con solución?
Con esa primera conclusión, queda claro que la máquina es más eficaz en ese tipo de situaciones en las que la persona tiende a distraerse al volante -lo que, por ejemplo, hace que nos desviemos del carril por el que circulamos y que, en última instancia, podamos salirnos de la vía- o bien no sabe anticiparse a situaciones que pasan muy a menudo, como la frenada repentina de los vehículos que circulan justo por delante.
En términos numéricos, Ding estableció que los accidentes por alcance y por colisión lateral -que responden a los supuestos anteriormente citados- son 0,5 y 0,2 veces menos comunes, respectivamente, en un vehículo autónomo. Parece evidente, con las frías cifras estadísticas en la mano, que los coches sin conductor podrían mejorar la seguridad vial si su implementación se extendiese… pero no todo es tan positivo y existen apartados en los que deben mejorar.
Un dato impactante es que según el estudio, los vehículo driverless tienen, de promedio, unas 5,25 veces más probabilidades de tener accidentes en situaciones de poca luz, entendiendo como tal el momento del amanecer o cuando cae la noche. Y, por otro lado, tampoco parecen especialmente habilidosos, comparados con los humanos, a la hora de efectuar giros. De hecho, tienen 1,98 veces más probabilidades de cometer un error en ese tipo de maniobra.
¿Cuáles pueden ser los motivos de esos fallos? ¿Hay solución? Al parecer, que no reaccionen del todo bien se puede deber, según el investigador, tanto a que -como si se tratase de conductores humanos noveles-, cuentan con una experiencia de conducción limitada, así como a una falta de “conciencia situacional” en escenarios que resulten complejos.
Para paliar o minimizar los fallos, se podría mejorar su rendimiento incorporando un extra de tecnología en forma de sensores avanzados, algoritmos robustos… así como mejoras en los sensores meteorológicos y de iluminación, implementar sistemas redundantes -como en el mundo de la aviónica, para reducir fallos- e integrar los datos de los sensores de manera efectiva. Todo esto, de forma conjunta, puede ayudar a que los vehículos autónomos consigan un mejor desempeño “en situaciones desafiantes”, como asegura Ding.
Parece más que evidente que a todo lo anterior habrá que sumar una mayor atención por la ciberseguridad. Algo que es fundamental en cualquier vehículo con un mínimo de tecnología, pero que se antoja indispensable en modelos que no cuentan con la intervención humana.
También es cierto que el estudio ha tenido en cuenta datos hasta el año 2022. Y han bastado dos años más para que la fiabilidad de los vehículos autónomos -sin ser aún perfecta- haya mejorado de una manera notable. Un buen ejemplo son los modelos que opera Waymo, que acumulan miles de trayectos tanto diurnos como nocturnos.
Fuente: HackerCar
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