El frío no es el único enemigo de los cristales de nuestro automóvil. También el calor puede causar estragos en su integridad. ¿Cómo evitarlo?
Llega el verano… y, cómo no, sus episodios habituales. Y no nos referimos únicamente a los ‘atascos’ por encontrar nuestro sitio en la playa. También, a todos esos momentos en que -si conduces a diario- te toca abandonar tu sufrido coche bajo los rayos del sol.
Rayos que, con sus ‘caricias’, elevan su temperatura varias decenas de grados, provocando desde picajosas quemazones… hasta un incontable número de alteraciones físicas y químicas en los componentes del habitáculo.
De entre estos últimos, los cristales son los más afectados, pues ejercen un efecto de ‘filtro’ que termina por concentrar en su superficie la mayor cantidad de calor. Esto -como buenos elementos de vidrio- conduce a que experimenten dilataciones, las cuales pueden quedarse en unos simples ‘grillos’ en marcha… o, incluso, agravar cualquier desperfecto hasta el punto de malograr la luna entera.
En los automóviles modernos, este tipo de percances suponen una gran ‘faena’ si tenemos en cuenta que el parabrisas alberga un gran número de cámaras y sensores responsables de varias ayudas a la conducción. En este caso, su rotura podría dejarlas completamente inutilizables.
¿Qué puedes hacer para evitar daños?
La mejor precaución -antes de que comience el calor estival- es invertir algo de tiempo en revisar el estado de las lunas, recurriendo -si es posible- a un taller especializado. De este modo, será posible anticipar cualquier pequeña imperfección… y corregirla antes del desastre.
Asimismo, aunque se trate de una estación ‘seca’, siempre puede sorprendernos una tormenta. Por ello, todos los elementos del limpiaparabrisas deben encontrarse en el mismo buen estado que en invierno. O mejor, si cabe, pues la fina capa de polvo típica de esta época del año crea -en los primeros barridos- un lodo que puede dificultar la visión durante varios kilómetros.
Por último, por muy tentador que nos resulte aparcar a la sombra de los árboles, también son fuente de posibles problemas. Por ejemplo, algunos molestos residuos -como los excrementos de ave, o la resina- que podrían ser complicados de retirar antes de reemprender el camino.
Fuente: HackerCar
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