La obsolescencia programada es muy común en los dispositivos electrónicos, pero ahora se está extiendo a la automoción a pasos agigantados, según indica una asociación francesa.
A medida que avanza el desarrollo tecnológico en la industria del automóvil, también lo hace lo obsolescencia programada. En mercados como el de la telefonía, es una práctica común para obligar a los usuarios a comprar más, pero no lo era tan común en los coches… hasta ahora. La obsolescencia programada es la determinación de la vida útil de un producto, no de acuerdo a su calidad, sino a unos criterios específicos que a menudo responden con intereses meramente económicos.
Ahora, según los compañeros de Auto Plus, una asociación francesa alerta sobre la práctica antes citada en la industria de la automoción, destapando los riesgos que ella conlleva para no sólo para los consumidores, sino para el medio ambiente. De hecho quieren contrarrestar esto con el informe “Stop a la obsolescencia programada”, el cual propone un índice de reparación de los vehículos. Esto no sólo ayuda a los consumidores, sino que reduce la huella de carbono al evitar la compra innecesaria de un nuevo vehículo cuando el actual se puede reparar.
Precisamente, las normativas anticontaminación, con el foco puesto en los vehículos más viejos y prohibiendo su circulación en determinadas zonas, «crean un riesgo de exclusión para determinadas poblaciones”, señala el informe. En la práctica, esto ayuda a normalizar y aumentar la obsolescencia programada.
Los vehículos eléctricos tienen mucho que ver en la obsolescencia programada
Aunque el modelo de compra y posterior vida útil de los coches estaba bien asentado, la llegada de los coches cero emisiones parece haber alterado dicho equilibrio. El término fiabilidad es el que sale a relucir para elementos como las baterías. ¿Cuál es su vida útil? Pasado un largo periodo ¿perderán mucho rendimiento? Son algunas preguntas que se hacen los consumidores. Aunque existen baterías desechables, en los últimos diferentes marcas han apostado por sistemas innovadores como las baterías intercambiables o incluso un proceso de reciclaje, como es el caso de Renault con su fábrica de Flins, en Francia.
El estudio “Stop a la obsolescencia programada” también señala prácticas como la fabricación de nuevos vehículos a partir de un único molde, como es el caso de Tesla, y no como el ensamblaje tradicional de vehículos, donde se hacía con varias piezas. Evidentemente, esto trae ventajas para los fabricantes en términos de ahorro de costes de producción, pero repercute negativamente al consumidores, donde un simple desperfecto puede encarecer notablemente la factura.
Esta asociación también efectuó una investigación similar a Apple y sus teléfonos móviles y encuentra un paralelismo en lo que a electrónica se refiere. El uso de tantos chips provoca que el vehículo no admita, en la mayoría de los casos, repuesto no original. Así mismo, este desarrollo tecnológico ha aumentado la dependencia electrónica de los coches ampliamente digitalizados. Por esto mismo, el informe propone soluciones como la creación de unas normas para garantizar la durabilidad y opción de reparación de las baterías en Europa, así como una garantía de 10 años para los acumuladores.
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Fuente: Aurofacil
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