En la historia industrial son abundantes los proyectos llenos de buenas ideas pero que, por no saber valorar bien los medios propios ni los tiempos, han fracasado, y la sociedad Talleres Hereter -TH- fue un claro ejemplo de ello.
En los años de la I Guerra Mundial, España tuvo gracias a su neutralidad, un crecimiento muy notable al ser proveedor de determinados productos que los países beligerantes no podían fabricar al estar sus industrias volcadas en el esfuerzo militar. Así, en el mundo del motor hubo un caso gran de éxito que fue el de Hispano Suiza y sus exitosos motores de aviación que fueron adoptados por los aliados
y eso, además de sus buenos automóviles, hizo de la firma española una referencia en su sector en todo el mundo.
Ese éxito de Hispano Suiza animó a la entonces reciente firma Elizalde a entrar en el campo de los motores de avión y, en el caso que hoy nos ocupa, otro tanto hizo TH que se introdujo en el automóvil mediante la compra de la firma Ideal de autociclos -mejorándolos notablemente- y pasando a diseñar un turismo de gama media-alta, entrando en los motores de aviación sin tener una tecnología adecuada para ello. No contentos con eso, decidió construir aviones completos, haciéndose con las instalaciones que la firma ‘Pujol, Comabella y Cía’ tenía en el entonces incipiente aeropuerto del Prat de Llobregat, además de edificar un gran fábrica.
En definitiva, demasiadas cosas y todas a la vez, y eso se hizo cuando la I Guerra Mundial llegaba a su fin, existiendo tras la misma un notable exceso de motores aéreos, aviones y camiones, que los ejércitos pasaron a subastar a precios de derribo dado que la llegada de la paz hacía innecesarias esas cantidades de material, y además TH esperaba la adjudicación de un pedido de aviones-escuela del ejército español, pero su avión no superó los requisitos mínimos, con lo que eso suponía de quebranto económico, dejando la aviación tras haber invertido en ella muchos recursos.
Quedaba aún un nuevo automóvil del que todo parecía indicar que era francamente bueno, y que se empezó a comercializar con la marca TH y del que se hicieron varias unidades, montándose incluso una red nacional de venta y asistencia, aunque la inevitable suspensión de pagos de la compañía hizo que también los automóviles TH desaparecieran del mercado en 1921.
También Elizalde conoció una situación parecida con los motores de avión -aunque no intentó fabricar aviones completos como TH- su mayor solvencia le permitió seguir y, de alguna manera, su ‘herencia’ sobrevivió en cierta medida al integrar en el INI su departamento aeronáutico, mientras que gracias a ENMASA continuó la fabricación de motores de automóviles y furgonetas.
En definitiva y como moraleja, el ejemplo de TH sirve para ver lo peligroso que es hacerlo todo y, más aún, hacerlo todo a la vez.
(Artículo de Pablo Gimeno, Comisión Técnica de Historia del Automóvil y de la Automoción de ASEPA)
Fuente: http://www.asepa.es/
Antonio Mozas
Director de ASEPA (Asociación Española de Profesionales de Automoción)
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