Los conductores de más de 65 años se han duplicado en los últimos 10 años y circulan con coches con una media de 14 años de edad. Luis Peralta en elcorreo.com.
Los españoles tardamos cada vez más en morirnos: es la realidad de una esperanza de vida cada vez más longeva. Por ponerlo en perspectiva, en el año 2000, un hombre tenía podía esperar llegar cómodamente a los 75. Hoy, el horizonte se alarga hasta los 82. Ellas, en el mismo lapso de tiempo, han pasado de los 82 hasta los 87.
Aunque contar con más tiempo en la tierra siempre es un motivo que celebrar, lo cierto es que estos años adicionales traen aparejados multitud de hechos que son difíciles de afrontar. Uno de ellos es el dejar de conducir.
Tanto si se considera un privilegio o un derecho, verse obligado a dejar de hacerlo es, casi sin excepción, un momento desagradable para una persona. El coche propio es sinónimo de la autonomía y de la libertad. Perderlo, pues, solo se traduce en una dependencia ajena que se extiende con la esperanza de vida.
En España, despedirse del coche ocurre unos 6 años antes de que los hombres alcancen su media de esperanza vital, mientras que las mujeres lo hacen unos 10 años antes. Pero además existen otras dos realidades que acompañan estos hechos. Por un lado, cada vez hay más conductores de más de 65 años en las carreteras, duplicando su proporción en la última década y pasando de 1,5 millones de titulares del carné de conducir -un 8,3% del total- a 3,7 millones, un 15%.
Por otra parte, el parque móvil nacional también ha ido sumando años junto a los conductores. Si en 2013, la media de edad de los vehículos estaba en 10,9 años, el ejercicio pasado cerró en 14, según datos de la asociación nacional de fabricantes de automóviles, Anfac. Esta organización ha hecho del rejuvenecimiento del parque por uno más seguro y menos contaminante su caballo de batalla.
El número de conductores de más de 65 años fallecidos en accidentes de tráfico se mantiene prácticamente estable en torno a las 200 personas -la máxima de los últimos 10 años fueron 213 en 2014, mientras que la mínima fueron 160 en 2021, un año que tuvo restricciones a la circulación por la crisis sanitaria-. Sin embargo, de estos, prácticamente la mitad se corresponden a conductores de más de 75 años y este colectivo ha protagonizado algunos incidentes muy llamativos, como el atropello múltiple que se saldó con 18 heridos en Vilanova de Arousa el pasado mayo. Al volante, una señora de más de 80 años.
Según la Fundación Línea Directa, los españoles desconfían de la conducción de los mayores, aunque la realidad indica lo contrario: que tienen comportamientos más prudentes que otros tramos de edad y, consecuentemente, tasas de accidentalidad menores -hasta cuatro veces menos que los que aún no han cumplido 25-. A pesar de ello, unos 8 millones de ciudadanos los consideran ‘peligrosos’, 19 millones les obligaría a tomar exámenes psicotécnicos anuales; 2,8 millones les prohibiría circular de noche; 4,4 millones retiraría el carné a sus propios familiares y 860.000 (un 3,3% de los conductores) piensan que habría que endurecer la normativa vigente, y revocar su capacidad de circular al cumplir los 65 años.
En España no existe un límite de edad en el que se tenga que dejar de conducir, pero el carné caduca el doble de rápido -pasa de ser cada diez años a hacerlo cada cinco- y es necesario superar un examen psicotécnico para poder conseguir prorrogar el permiso.
Antes de la era digital, era más sencillo evadir los controles de los centros de reconocimiento médicos, y era frecuente el fraude para conseguir la autorización. Si bien la ley determina que en cada uno debe haber un médico, un psicólogo y un oftalmólogo, lo cierto es que muchos establecimientos no cuentan con los recursos necesarios y tienen trabajadores que desdoblan sus tareas a la hora de determinar si alguien es capaz o no de conducir con seguridad.
Por ello, la eficacia de los exámenes psicotécnicos está en entredicho. El 60% de los encuestados afirma que estas pruebas son ‘poco rigurosas’ y casi un millón de conductores con limitaciones psicofísicas afirman no haberlas visto reflejadas en el informe final.
Realidades diferentes
Por estos motivos, un 56% de los conductores españoles considera que la potestad de retirar el carné debería recaer en el médico de cabecera, que actualmente es incapaz de comunicar datos de salud a Tráfico -hubo una iniciativa de aprobar algo similar en la última legislatura del PP pero no fraguó-. En Europa, solo existe un país en el que los médicos tienen la decisión final sobre si sus pacientes pueden circular con seguridad: Finlandia. Es, además, uno de los más estrictos, dado que comienzan a hacer revisiones médicas cada cinco años a partir de los 45. En ellas, se verifica el estado psicológico, visual y físico de los conductores, que se convierten en anuales una vez se rebasan los 70 años.
En general, los países comunitarios fijan los 65 ó 70 años como el momento de incrementar la vigilancia, aumentando el ritmo de las revisiones médicas: España, por ejemplo hace que sea cada dos años a partir de los 70, igual que Portugal, mientras que Italia lo prolonga un poco más, haciéndolo cada tres.
Sin embargo, existen casos diametralmente opuestos, como son Alemania, Francia, Bélgica o Suecia, cuyos permisos son vitalicios. En los tres últimos, se deberá hacer un examen médico a la hora de renovarlos, que no se ve afectado por la edad -es decir, es cada 10 años-. El primero de la lista va incluso más allá: dejar de circular dependerá de que se retire por una orden judicial o por que el conductor decida darla de baja voluntariamente.
En EEUU, los médicos tienen la capacidad de quitar el carné a un paciente que consideren incapaz de hacerlo, con la obligación de comunicar las condiciones de salud al organismo de Tráfico correspondiente. En el artículo ‘No me arruines la vida’ del New England Journal of Medicine, Louise Aronson señala que “ni la medicina ni la sociedad están preparadas para la realidad de que la mayoría de países con poblaciones envejecidas van a vivir más allá de sus años como conductores”. Alrededor del mundo existen mecanismos para facilitar el acceso y educación de los jóvenes a los vehículos, pero los conductores mayores son vistos como un incordio para la circulación.
Esto, en núcleos urbanos con infraestructuras de transporte público y distancias asequibles a pie todavía supone una posibilidad para aquellos que han tenido que colgar las llaves, pero los que viven en entornos rurales -que tienen medias de edad más elevadas- se ven relegados al ostracismo. Y aunque dejar de conducir no sea una patología como tal, cada vez está más presente en el radar de los médicos, dado que influye en factores como el acceso a sanidad, alimentación o relaciones sociales. Por ello, la Organización Mundial de la Salud recomienda “no apartar a los mayores de la conducción a menos que haya un motivo que lo justifique, porque implica pérdida de calidad de vida”.
Fuente: http://www.asepa.es/
Antonio Mozas
Director de ASEPA (Asociación Española de Profesionales de Automoción)
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