Casi inmediatamente después del nacimiento del automóvil surgió el automovilismo, siendo las competiciones un importante factor de desarrollo a lo largo de varias décadas.
El aumento de las prestaciones y el consiguiente crecimiento del riesgo hizo que las autoridades automovilísticas hicieran reglamentos cuya finalidad era la de limitar la velocidad, obligando a los ingenieros a exprimir sus cerebros a fin de lograr las máximas prestaciones ‘dentro’ de los reglamentos, y así por ejemplo, el libre aumento de las cilindradas -entre 8 y 12 o más litros- se atajó limitándolas a 4,5 litros desde 1912, y ocurrió que los ingenieros de Peugeot abandonaron el habitual eje de levas lateral y válvulas laterales que todos usaban, para desarrollar un modelo de Gran Premio con dos ejes de levas en culata y cuatro válvulas por cilindro, mejorando enormemente el rendimiento por litro, y este juego entre reglamentos restrictivos y audaces soluciones técnicas para seguir siendo competitivos sigue de hecho hasta hoy, y ha supuesto un notable progreso técnico.
El coche que hoy traemos a estas páginas es una prueba de cómo se cumple un reglamento aprovechando un resquicio del mismo, y ese ejemplo tuvimos en España en 1954 con el nacimiento del Pegaso Z-102 tipo ‘bisiluro’, siendo siluro una palabra que en italiano significa torpedo.
Se trataba de un modelo que respondía al reglamento de los coches genéricamente denominados como Sport, una de cuyas exigencias era la de tener dos plazas. Wifredo Ricart hizo ese modelo con la finalidad de batir determinados récords de velocidad en carretera (autopista), algo que en los años cincuenta era publicitariamente importante, y con el fin de mejorar la aerodinámica disminuyendo el área frontal se hizo esta unidad a la que se le retrasó el motor para lograr una línea más penetrante y una carrocería que cubría parcialmente las ruedas, dotando al motor de dos compresores atmosféricos.
Para el piloto se hizo una cabina reducida en uno de los ‘torpedos’, mientras que el teórico pasajero iba -o se suponía que podría ir- en el ‘torpedo’ contiguo levantando una trampilla, solución discutible, pero que cumplía perfectamente el reglamento, efectuando sus primeros ensayos en la recta que va de las poblaciones de Tona a Vic, próximas a Barcelona, estando conducido por Juan Fernández, y desde ahí se mandó el coche al autódromo de Monthléry (París) para seguir con las pruebas, yendo luego a Bélgica para intentar batir el récord de velocidad del kilómetro y de la milla, tanto lanzado, como con salida parada, pero lamentablemente, al poco de iniciar su andadura el electrodo de una bujía se rompió dañando el pistón, si bien, y gracias a haber llevado un spider de reserva, Juan Fernández batió los récords deseados.
El ‘bisiluro’ no volvió a aparecer, pero se desarrolló otro que además llevaba un freno aerodinámico en el centro del coche entre las dos plazas, pero el fin de los Z-102 por parte de ENASA impidió su desarrollo.
(Artículo de Pablo Gimeno, Comisión Técnica de Historia del Automóvil y de la Automoción de ASEPA)
Fuente: http://www.asepa.es/
Antonio Mozas
Director de ASEPA (Asociación Española de Profesionales de Automoción)
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