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Aunque parece algo casi imposible, es relativamente habitual que, cuando pinchas una rueda y vas a cambiarla, no puedas quitarla aunque hayas sacado los tornillos porque la llanta se ha quedado pegada al buje. ¿Qué debes hacer en ese caso?

Pinchar un neumático es algo muy habitual. Aún recuerdo una ocasión en la que el ingeniero de una marca me dijo que las ruedas de repuesto estaban desapareciendo en favor de los kits reparapinchazos porque “la gente ya apenas pincha…”. Pues sería él. Porque, o yo estoy gafado, o a lo largo de mi vida he pinchado al menos una docena de veces. En la mayoría de las ocasiones, por un tornillo, pero también pinché una vez dos ruedas de un mismo lado en un Mercedes SLK por pisar un agujero en el suelo que no había visto.

Sea como fuere, cambiar una rueda es algo relativamente sencillo:

Dejas el coche en un lugar llano, con el freno de mano puesto y una marcha engranada.
Aflojas los tornillos de la rueda pinchada, retirando previamente los capuchones de los tornillos o los tapacubos, si es que los tienen.
Levantas el coche con el gato.
Acabas de retirar los tornillos.

Y, entonces… la rueda no sale. Fuerzas un poco para ver si consigues moverla, pero no hay forma. Murphy nunca está de vacaciones, así que estás en mitad de la nada, sin cobertura y no puedes avisar a la grúa. Tampoco pasa ningún coche. ¿Qué puedes hacer para quitar la rueda?

La solución es sencilla, y no pasa por tirar de la rueda como una bestia. Si lo haces, es muy probable que el coche se caiga del gato y, además de hacerte daño si te coge debajo, es posible que dañes el coche si se sale la rueda al caer. Tampoco es recomendable apalancar sobre la llanta, sobre todo si es de aluminio, y mucho menos golpearla con algo para ver si sale a las bravas.

Lo que debes hacer es poner un par de tornillos de nuevo en esa misma rueda con la mano, sin apretarlos con fuerza; de hecho, es recomendable que queden uno o dos milímetros entre el tornillo y la llanta. Un truco es ponerlos con la llave hasta que empieces a notar presión y, entonces, aflojarlos una vuelta con la misma llave. La clave está que la rueda quede sujeta, pero con cierta holgura.

Una vez colocadas esas dos tuercas, vuelve a bajar el coche al suelo y quita el gato. Lo que debes hacer ahora es arrancarlo y desplazarte hacia adelante y atrás, en recorridos muy cortos, de ni siquiera medio metro. Basta con que el coche comience a avanzar. La clave está en frenar de golpe, tanto hacia adelante como hacia atrás. Con que repitas esto unas cuatro o cinco veces, basta. De hecho, cuando se despegue, lo normal es que escuches un pequeño “clonk”.

Insistimos en que es muy importante que sean recorridos de no más de 50 centímetros y que frenes de golpe.

Después, vuelve a subir el coche con el gato. Verás que la llanta se ha despegado. Ahora, puedes volver a quitar la rueda, poner la de repuesto y proceder a terminar la operación siguiendo estos pasos:

Aprieta los tornillos, pero no a tope. Asegúrate de que la llanta ha quedado bien fijada al buje.
Baja el coche con el gato y retíralo.
Ahora, aprieta las tuercas. No hace falta que te subas a la llave ni nada parecido, sobre todo sin son de aluminio. Con que estén apretadas con una fuerza razonable, la que puedas hacer con tus brazos, vale.
Vuelve a colocar los tapacubos o los capuchones de los tornillos, si los lleva.
Recoge todo… y emprende de nuevo la marcha, parando en cuanto puedas en una gasolinera para comprobar la presión de la rueda de repuesto.

Fuente:: Autofácil

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