Su origen se remonta a 1868 y, desde entonces, es un elemento urbano imprescindible tanto para regular el tráfico como para evitar accidentes. Hoy repasamos su historia con este artículo de Enrique Zamorano en elconfidencial.com.
Cuando reparamos en el urbanismo de las grandes ciudades, siempre en continua mutación, tendemos a dar por descontado la existencia de un elemento que sin duda funciona como perfecto símbolo e icono de eso que llamamos ‘ciudad’. Se trata del semáforo, agente inmóvil y regulador del tráfico de las grandes urbes, metrónomo de los ritmos metropolitanos y señal discreta y universal de cuándo debemos proseguir con nuestro camino o directamente quedarnos plantados en la acera.
Su origen se remonta a 1868, cuando un ingeniero británico llamado John Peake Knight diseñó el primer semáforo para controlar el tráfico de vehículos, inspirado por un artilugio similar que usaba señales luminosas para regular el paso de los trenes. En diciembre de ese año fue colocado en pleno centro de Londres, frente al parlamento británico de Westminster, aunque resultó ser un fracaso debido a que, a los pocos meses de que lo instalara, explotó de manera accidental. Ese semáforo primitivo contaba con dos lámparas de gas y unos brazos mecánicos que de día se colocaban en vertical para indicar ‘seguir’ y en horizontal para ‘parar’. Por la noche, el gas prendía una mecha de los colores rojo y verde que debía accionar un policía supervisor.
El primer semáforo moderno
Hubo que inventar algo nuevo y mucho más seguro. Además, la fiebre automovilística de la época hizo que el tráfico aumentara exponencialmente, trayendo a la realidad una escena que desde entonces no ha dejado de repetirse: los temidos atascos. A la par, llegó la hermana del semáforo, la farola eléctrica, la cual facilitó la invención de un aparato mucho más seguro para regular el tráfico de manera fácil. Fue un hombre llamado Garrett Augustus Morgan quien colocó en 1914 el ‘primer semáforo moderno’ en el cruce de la avenida Euclid y la calle 104 de Cleveland, en Estados Unidos. Su diseño ya trajo consigo las luces rojas y verdes e incorporaba un altavoz para que la advertencia de no pasar o pasar fuera más efectiva.
No fue hasta los 50 cuando se introdujeron las figuras humanas que resaltan sobre los colores para regular a coches y peatones El color ámbar de los semáforos llegó en 1920, gracias a un nuevo diseño del inventor William Potts, que en Detroit (capital automovilística por antonomasia) cosechó grandes elogios al conseguir transmitir la señal de precaución al volante como punto intermedio entre el rojo y el verde. Pero, ¿por qué estos colores? Evidentemente, el rojo es uno de los colores más vívidos de la escala cromática, con una gran longitud de onda, por lo que es notablemente visible a distancia. De alguna forma, lo asociamos a un posible peligro, aunque sea solo de manera inconsciente, al igual que sucede con las banderas que colocan en las playas para informar si es seguro el baño. El verde, en cambio, es un color más agradable a la vista, que destaca también mucho sobre otros, y que viene a significar vía libre para pasar.
Y en España…
Aquí en España, el primer semáforo se colocó en el cruce de la calle Alcalá con la actual Gran Vía, exactamente el 17 de marzo de 1926. Fue la empresa SICE (vinculada por entonces a la compañía General Electric, quien tenía la patente del diseño de los semáforos) quien se encargó de instalar la primera ‘farola de señales luminosas’. Por aquel entonces, ese era el lugar donde residían las principales firmas de automóviles y concesionarios, como Citroën, Fiat o Renault.
Hubo que educar a los ciudadanos para que supieran cuando debían parar, como todo padre y madre hacen con su hijo para enseñarle las normas cívicas de circulación en la actualidad. De ahí que se emitieran anuncios en periódicos y medios de comunicación para concienciar en el Reglamento de Tráfico. Sin embargo, estos semáforos todavía solo estaban dirigidos a los vehículos y no a los peatones.
No fue hasta la década de los cincuenta cuando se introdujeron las célebres figuras humanas que resaltan sobre los colores para regular a coches y peatones de manera conjunta. En 2011 se introdujo también la tecnología de luces LED para reducir el consumo de electricidad, las cuales no solo sirvieron para ahorrar en energía, sino para otorgar una buena visibilidad a pie de acera.
Fuente: http://www.asepa.es/
Antonio Mozas
Director de ASEPA (Asociación Española de Profesionales de Automoción)
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