El turbo es una de las piezas más delicadas de los motores actuales. Te damos las claves para que te pueda durar para siempre.
Un turbocompresor es un elemento que, en la actualidad, tienen casi todos los motores térmicos, pero que se viene utilizando de manera muy generalizada en muchos motores, tanto diésel como gasolina, desde hace más de 25-30 años. Se trata de un elemento relativamente delicado, debido a las altas temperaturas que alcanza y a las condiciones en las que funciona. Por eso, es importante seguir algunos pequeños consejos que, con mucha probabilidad, nos permitirá alargar su vida útil. Y es que romper un turbo es bastante caro, pues el coste de reparación arranca en unos 1.500 euros… pero en función de la gravedad de la avería, puede superar por mucho ese coste.
¿Qué es un turbo?
Básicamente, un turbo compresor es un elemento que introduce aire a presión en el interior de los cilindros. ¿Para qué? Para conseguir un mayor rendimiento. Si metes más aire, hay más oxígeno y puedes introducir también más combustible, de manera que el motor puede funcionar como si fuese un motor de mayor cilindrada. Además, el hecho de que ese aumento se produzca de una forma más bien súbita provoca que la respuesta del motor sea más vigorosa.
¿Cómo funciona un turbo?
Es un elemento mecánico muy ingenioso. Resumiendo mucho su principio de funcionamiento, y sin entrar a hablar de cosas como el intercooler o la válvula de descarga, el turbocompresor está formado por dos partes principales, una turbina y un compresor que giran de forma solidaria, es decir, cuando se mueve la turbina, también lo hace el compresor. Para que la turbina se mueva, el turbo se sirve del propio paso de los gases de escape a su paso por el colector de escape. Conforme la turbina se mueve, lo hace también el compresor, que en su caso se encarga de aspirar aire fresco del exterior para introducirlo, ya comprimido, en los cilindros.
1.- El aceite
En un motor normal, un turbo puede alcanzar velocidades de giro muy elevadas, del orden 150.000-200.000 revoluciones por minuto, motivo por el que el turbo necesita estar muy bien lubricado. Por eso, es fundamental respetar los intervalos de mantenimiento para el cambio del aceite y del filtro del motor, y utilizar un aceite de primera marca (Castrol, Total, Repsol, Motul, Mobil 1…) y con las especificaciones indicadas por el fabricante.
2.- La temperatura
Con unas velocidades de giro tan elevadas y teniendo en cuenta que la turbina está accionada por los gases de escape, que salen a una elevada temperatura, es fácil comprender que el turbo es uno de los elementos mecánicos del motor que más temperatura soporta. Por eso, es muy importante que, en caso de que estemos viajando con e motor muy revolucionado o que hayamos realizado un trayecto donde le hayamos exigido de más al motor, no paremos nunca de golpe el motor.
En estos casos, una vez que nos hayamos detenido, es muy importante dejar que el motor se mantenga a ralentí al menos un minuto. De esta forma, conseguiremos que el aceite vaya circulando por el motor y baje un poco su temperatura. Detener el motor de golpe supone dejar que el aceite que esté en el turbo se quede ahí, y corre riesgo de carbonizarse por las elevadas temperaturas. Ese es uno de los principales motivos de avería en los turbos.
Por otro lado, también es muy importante que, al arrancar el motor en frío, tratemos de ser relativamente cuidadosos para no dar muchos acelerones, pues es muy recomendable que e aceite consiga alcanzar una temperatura idónea de funcionamiento. Con circular con relativa suavidad hasta que el motor alcance los 90 grados será más que suficiente.
Escrito por: J. Couto:
Fuente: https://www.autofacil.es/
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