Arrancar y, prácticamente sin esperar, ponerse en marcha, es una práctica relativamente habitual pero no por ello muy recomendable. Te explicamos por qué.
Invierno. Ha helado y habías aparcado en la calle. Te subes a tu coche, arrancas y, sin más, te pones a circular. Error. Si tu coche está nuevo, o simplemente en orden, lo normal es que no notes nada raro. Sin embargo, inconscientemente, no le estás haciendo ningún favor a tu mecánica.
Esquema de un sistema de lubricación en un motor Audi.
¿El motivo? Bueno, es sencillo de entender. Tu coche lleva varias horas parado. Y eso significa que ningún elemento vital ha funcionado durante todo ese tiempo. Uno de esos elementos vitales es la bomba de aceite del motor. Así que, dado que no ha habido bombeo del aceite por todo el circuito de lubricación, el aceite ha ido cayendo poco a poco hasta el cárter y, aunque en su mayor parte el motor está lubricado, lo cierto que es que hay zonas de las partas más altas que no están bien lubricadas en el momento de ponerse en marcha.
Así que, cuando arrancamos el motor, la bomba comienza a funcionar y el aceite va llegando progresivamente a cada recoveco del motor. En cuestión de muy pocos segundos, todo está ya lubricado y, como los aceites actuales ya están preparados para mantener una correcta viscosidad incluso a tan bajas temperaturas, enseguida está listo para hacer correctamente su trabajo.
Ahora bien, si antes de ponernos en marcha esperamos unos segundos con el motor a ralentí, que es básicamente el tiempo que tardaremos en poner el climatizador, la radio y abrocharnos en cinturón de seguridad, nos aseguraremos de que el aceite tenga más tiempo de llegar a todos los lados y, además, cuando nos pongamos en marcha, ya se haya calentado al menos un poquito, un detalle aparentemente sin importancia pero que, a largo plazo, el motor siempre agradecerá, sobre todo en el caso de elementos delicados como el turbo.
Por otro lado, no está de más recordar que, cuando comenzamos a circular, el motor se revoluciona y todo comienza a funcionar con un mayor grado de exigencia. De hecho, ésta es la mejor forma de que un motor llegue a su temperatura ideal de funcionamiento. Eso sí, conviene evitar los fuertes acelerones hasta que esa temperatura ya se haya conseguido, algo que sucede cuando veamos que la aguja de temperatura del motor alcanza los 90 grados. Hay coches en los que no existe una escala, pero sí un término medio, que es donde debe estar. O, incluso, también los hay que no tienen un reloj de temperatura del motor, pero suelen incorporar algún testigo, normalmente un dibujo de un termómetro, que se ilumina en azul hasta que el motor se calienta lo suficiente.
Escrito por: J. Couto
Fuente: https://www.autofacil.es/
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