Desde pequeño cuando veía mis amigos haciendo castillos de arena para parar las olas nunca me gusto criticar su obra, prefería hacer mi propio castillo confiando que resistiría más tiempo el envite de las olas. Esa forma de pensar me ha acompañado toda mi vida, sin embargo, al leer este informe de Transport & Environment he sentido la necesidad de expresar mi opinión crítica.
El informe de aparente profundidad y con datos concretos realmente es un informe superficial, poco técnico y con bastante demagogia. Parece desprender que los residuos no son una solución suficiente ni necesaria en la transición energética y todo lo que tenga un origen biológico (incluso el cultivo sostenible) sin un fin exclusivo alimentario, es condenar al planeta a una crisis alimentaria.
No se hace una evaluación diferenciada de tecnologías y materias primas: la tecnología y los productos resultantes van a ser malos hagamos lo que hagamos y la innovación humana en este campo no solo no debe ser apoyada, sino que debe ser cercenada. Es decir, parecen sugerir que lo mejor que podemos hacer en Europa ante el despoblamiento rural y abandono del campo, es usar el suelo para la descarbonización de la economía a través única y exclusivamente de la electrificación.
Las críticas al bioetanol ocultan en aparentes datos científicos no se fundamenta, aunque se mencionan los DDGS (proteínas concentradas) no explican adecuadamente que la proteína no se destruye, sino que se separa del cereal. Una planta de biorefino separa, concentra y valoriza las proteínas del cereal de su energía, energía que se lleva a bioetanol. Esa separación disminuye el exceso energético del cereal que aporta un exceso de grasa a una ganadería, lamentablemente hoy estabulada. Esa proteína
autóctona y concentrada puede competir con la proteína importada de soja, ayudando a la competitividad de nuestra ganadería y a nuestra independencia alimentaria.
Tampoco se explica que en época de estabilidad económica, sin la demanda adicional que supone el cereal europeo para uso en el biorrefino es probable que más tierras en Europa tengan que dejar de producir: el aumento de la productividad de la tierra a nivel global, la estabilidad de la demanda alimentaria y el coste de cultivar en Europa, lamentablemente, tienen ese efecto.
Tierras en abandono o con poca rentabilidad son caldo de cultivo para el cambio de uso de la tierra, antaño a campos de golf o a polígonos industriales, hoy a gigantescas extensiones de producción eléctrica. Esta situación no está destruyendo la cosecha de un año está destruyendo la fábrica de proteína de nuestros abuelos, nuestros campos. Menos tierras de cultivo nos harán más dependientes de terceros países y débiles en nuestra estructura productiva en caso de una crisis como la actual, el campo (el pueblo) se abandona en un día, pero recuperarlo llevará de generaciones.
Está claro que Transport & Environment quiere un mundo con solo electricidad, sin importar que tengamos que esterilizar millones de hectáreas en el planeta y sacrificar miles de puestos agrícolas para conseguirlo. A medida que la productividad de la tierra (o del mar) demuestre que nuestra biosfera es capaz de cubrir sobradamente nuestra alimentación, que con recursos sostenibles podremos hacer carreteras, con biomateriales construir edificios y con bioenergía mover barcos y aviones su pensamiento exclusivamente eléctrico encontrará menos apoyos y más oposición frontal en nuestros pueblos. Pueblos que empiezan a reclamar que se frene la agresiva modificación social, económica, medioambiental y paisajísticas a la que esta llevando una mal entendida sostenibilidad.
Artículo de José Ramón Freire, Director General Fundador de la Asociación Española del Bioetanol.
Fuente: http://www.asepa.es/ Antonio Mozas Director de ASEPA (Asociación Española de Profesionales de Automoción)Curso ONLINE para la gestión de flotas de vehículos
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