Javier Lizón afirma en este artículo de elmundo.es que la transición energética no ha de ser dogmática y se pregunta si estamos ante la amenaza de convertir a España en un país hostil a la industria de la automoción.
Las declaraciones realizadas a este periódico por Carlos Tavares, consejero delegado del mayor fabricante y líder en ventas de vehículos en el mercado español, no son habituales en absoluto. Son, de hecho, bastante preocupantes. Que el responsable de Stellantis -que reúne desde hace un año a PSA y Fiat Chrysler tras haber absorbido Opel- se pronuncie abiertamente contra la política económica, o más bien la falta de ella, que está protagonizando el Gobierno de España debería encender todas las alarmas.
Hablamos del principal sector industrial de nuestro país después del turismo, y Tavares es cristalino al respecto: “El Gobierno corre el riesgo de perder el éxito español de 30 años con el automóvil”. Denuncia que mientras que países como Alemania, Francia o Italia ya se ofrecen para acoger sus plantas de baterías con vistas a la producción masiva de coches eléctricos, nadie del Ejecutivo de Sánchez se ha puesto en contacto con ellos. Peor que eso: el peso ideológico que lastra la visión de la vicepresidenta Ribera amenaza con convertir a España en un país hostil a la industria de la automoción, de la que solo en Cataluña depende cerca de un millón de empleos directos o indirectos.
Una cosa es negar el cambio climático, que nadie sensato lo niega, y aceptar la necesidad de caminar hacia modelos industriales más sostenibles, y otra muy distinta es la garrafal ausencia de planificación que permita al sector acomodarse a ciertos plazos de reconversión sin producir un destrozo laboral sin precedentes. “Si puedo evitar cerrar fábricas lo haré, pero el futuro de nuestros centros dependerá también de las limitaciones políticas de la descarbonización en Europa”, avisa Tavares. No se trata de negacionismo climático ni de otras frívolas hipérboles que gusta de evacuar últimamente el presidente del Gobierno, sino de evitar que las clases medias europeas y españolas en concreto se vean de golpe excluidas de la posibilidad misma de comprar coches y de trabajar con ellos en un futuro no lejano.
Los pronósticos del consejero delegado de Stellantis respecto de la actual crisis de suministros desmienten igualmente el absurdo triunfalismo del Gobierno. Los famosos cuellos de botella que afectan a los semiconductores -pieza básica para la producción de automóviles- durarán, según Tavares, todo este año como mínimo. Y yendo más allá, se atreve a cuestionar el proceso forzoso de electrificación que no contempla otras formas más baratas y menos gravosas para el mercado laboral de reducir emisiones. “No creo que los gobiernos puedan seguir subvencionando la venta de vehículos eléctricos hasta 2025”, sentencia.
Escuchar a quien conoce a fondo un sector estratégico de nuestra economía es lo propio de gobernantes inteligentes. Las advertencias de Tavares no deberían caer en el saco roto de un ecologismo dogmático y suicida, cuya imposición por decreto acabe generando el rechazo de amplias capas de la población, -empezando por la clase trabajadora- a una causa tan pertinente como la de la descarbonización de la economía.
Fuente: http://www.asepa.es/
Antonio Mozas
Director de ASEPA (Asociación Española de Profesionales de Automoción)
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