El parabrisas laminado cumple cien años desde que Henry Ford lo introdujera en sus modelos a principios de los años 20 del pasado siglo. A lo largo de este tiempo, los parabrisas han evolucionado mucho, pero el concepto básico de cristal laminado se mantiene inalterado y sigue cumpliendo su función protectora, tanto desde el punto de vista de la seguridad vial como de la salud, destacan desde Carglass, según leemos en posventa.info.
Los primeros coches no disponían de parabrisas y sus conductores tenían que usar gafas para protegerse del viento, polvo y de las piedras que podían saltar de los caminos. A principios del siglo XX se comenzaron a introducir los primeros parabrisas, compuestos de dos hojas de cristal horizontales desplazables: cuando la mitad superior se ensuciaba, el conductor podía plegarla y seguir adelante. En 1915, Oldsmobile fue la primera marca que incluyó el parabrisas como un elemento de serie en todos sus vehículos.
Las ventajas que este elemento aportaba pronto se convirtieron en inconvenientes. Con más coches en circulación también aumentaron los accidentes, en los que los cristales se rompían en mil pedazos. El conductor solía resultar herido por los fragmentos de cristal que salían despedidos, sufrir lesiones de gravedad tras atravesar el parabrisas de cabeza -generalizándose la expresión “un collar de cristal”- y por salir despedido del vehículo al sufrir un accidente.
El miedo a subirse a un coche y la lluvia de demandas a los fabricantes de automóviles hicieron que se comenzara a trabajar en una solución a este problema. El cristal laminado se había inventado en 1903 cuando al inventor francés Edouard Benedictus se le cayó al suelo un vaso de vidrio y no se rompió en mil pedazos. ¿La causa? Ese vaso había contenido nitrato de celulosa y la película seca que quedó sobre el cristal mantuvo los trozos unidos cuando este se rompió. En Inglaterra, John C. Wood hace un descubrimiento similar en paralelo, pero es Benedictus quien presenta en 1909 la patente de dos capas de vidrio con una de celulosa entre ellas.
Este invento comenzó a tener aplicaciones prácticas y el cristal laminado fue muy utilizado en las máscaras de gas durante la I Guerra Mundial, pero tardó en popularizarse en el mundo del automóvil por su elevado precio, complicada industrialización y porque la capa intermedia se decoloraba con el paso del tiempo y hacía que el cristal fuera menos trasparente.
Conocedor de su existencia, Henry Ford le encarga a Clarence Avery, el ‘genio’ mecánico de la empresa, que busque la forma de hacer un cristal laminado resistente y barato. Junto al especialista Pilkington, se crea un nuevo proceso de fabricación de vidrio mucho más resistente, que se produce en la misma planta de River Rouge de Ford. A finales de 1919 empezaron a desarrollar cristales laminados para automóvil y en 1921 se comenzaron a instalar en modelos de la marca, de forma opcional. El primer parabrisas laminado de serie lo montó un Rickenbacker en 1926.
Las ventajas del parabrisas laminado eran evidentes: no se rompía en mil pedazos, sino en forma de tela de araña, impedía que los pasajeros salieran despedidos y su resistencia aportaba una mayor integridad estructural del coche en caso de vuelco. Esta innovación solo presentaba dos problemas importantes: su capa interior de celuloide se decoloraba, se oscurecía y se volvía frágil con el paso del tiempo, por lo que podía perforarse fácilmente. Esto se solucionó en 1938 cuando Carleton Ellis patentó una resina sintética transparente que no se decoloraba con el tiempo. A partir de finales de los años 30, los fabricantes empezaron a utilizar el butiral de polivinilo (PVB), que hacía que el vidrio laminado fuera más claro y resistente.
Entre los años 30 y 50 del siglo pasado se utilizaron cristales laminados en todas las lunas del coche, excepto en la trasera. Sin embargo, a finales de la década de 1950, los fabricantes de automóviles buscaron una opción más barata y empezaron a utilizar vidrio templado para las ventanillas laterales y traseras. Muchos especialistas en seguridad sostienen que el vidrio templado no debería utilizarse en las ventanillas laterales, ya que no impiden que los pasajeros, o partes de su cuerpo, salgan del habitáculo en caso de colisiones laterales o vuelcos.
Ya en los años 60, el público comenzó a interesarse más en la seguridad de los coches y la tecnología permitió desarrollar parabrisas laminados más resistentes. En esa época se creó en Estados Unidos la Administración Nacional de Seguridad Vial (NHTSA), que estableció normas federales para la resistencia y claridad de los parabrisas laminados. También en esos años se hizo obligatorio en Europa.
Fuente: http://www.asepa.es/
Antonio Mozas
Director de ASEPA (Asociación Española de Profesionales de Automoción)
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