La industria del transporte terrestre de mercancías representa más del 6% de las emisiones de gases de efecto invernadero según el Fondo de Defensa del Medio Ambiente. El Parlamento Europeo aprobó en 2019, una normativa que obliga al transporte de vehículos pesados a reducir un 15% sus emisiones de dióxido de carbono (CO2) para 2025 y a llegar a una reducción del 30% en 2030.
Esta transición representa un importante desafío para todos los sectores involucrados en la logística, fabricantes, proveedores de combus-tibles, administraciones públicas, asociaciones, empresas, transportis-tas e incluso la ciudadanía en general que exige cada vez más sostenibilidad y transparencia en los bienes que consume.
La reducción de las emisiones en el transporte frigorífico
Los productos congelados, alimenta-ción, bebidas, las flores o algunos medicamentos son ejemplos de mer-
cancías que necesitan un transporte especial que, independientemente de la temperatura exterior, debe mantener un nivel de temperatura de entre -35º C a 20º C para conservar la cadena de frío.
A su vez, es indiscutible el aumento de demanda de productos frescos y congelados originada por los cambios en el estilo de vida en la población: necesitamos más transporte refrigerado, pero debemos reducir las emisiones. Esta situación obliga al sector del transporte refrigerado por carretera a que se adapte y actualice de manera constante a través de las nuevas tecnologías para optimizar cargas, procesos, rutas y que a su vez demande vehículos cada vez más ecológicos para cumplir con la reducción en las emisiones de CO2.
La importancia de la huella de carbono
La huella de carbono es una forma de medir la cantidad de gases de efecto invernadero (GEI) que se emiten, tanto de manera directa como indirecta en un proceso determinado. Se aplica a todo tipo de actividades, industriales, comerciales, y también a las individuales y cotidianas como un evento específico. Para calcularla se tiene en cuenta no solo la emisión de GEI sino también los proyectos de absorción de CO2 que compensan parte de esas emisiones. Es decir, una actividad puede emitir una determinada cantidad de CO2 y compensarla con plantación de árboles y por tanto reducir la huella final.
Cada empresa debería tener un registro que certifique sus esfuerzos por contribuir al desarrollo sostenible especificando las medidas que adopta para la reducción del impacto medioambiental de su actividad. En este sentido, la logística juega un papel clave.
Las medidas a adoptar para la transición
Para la mayoría de las empresas esta transición puede convertirse en un importante desafío que obliga a realizar considerables inversiones, cuando hablamos de reducción de emisiones, son muchos los factores que entran en juego. El transporte refrigerado no es un electrodoméstico que se pueda reemplazar por uno A++ y listo. La complejidad de la logística de cada empresa convierte en fundamental contar con el acompañamiento de profesionales o socios adecuados.
En primer lugar, es necesario realizar un análisis de la situación y si fuera posible una valoración de las emisiones que implica el transporte refrigerado en la actividad.
Algunas claves para reducir emisiones:
- Promover el uso eficiente del combustible a través de las buenas prácticas en la conducción y la sensibilización a los conductores.
- Optimizar las rutas de transporte y distribución con entregas y recogidas planificadas para evitar la constante apertura de las puertas del camión y por consiguiente una reducción de la temperatura.
- Actualizar la flota de vehículos de transporte frigorífico o refrigerado buscando los de última generación con un control de consumo de combustible más eficiente.
- Realizar una planificación de incorporación de vehículos híbridos que combinan diésel y energía eléctrica, eléctricos, gas natural y biocombustibles.
Fuente: http://www.asepa.es/
Antonio Mozas
Director de ASEPA (Asociación Española de Profesionales de Automoción)
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