Más allá del precio de adquisición de un vehículo, la mayor inversión a la hora de tener un coche es su mantenimiento y las averías inesperadas. Algunas de estas averías son inevitables, pero otras forman parte de la mala praxis por parte de los conductores.
Hoy vamos a repasar nueve costumbres insanas para la mecánica que, tarde o temprano, pueden derivar en una desagradable visita al taller y que siempre suele ser mucho más cara de lo que podíamos pensar en un primer momento.
Calentar el motor de manera innecesaria
Calentar el coche no es algo fundamental, pero sí es recomendable si lo hacemos bien. No hace falta arrancar el coche y dejarlo al ralentí hasta que entre en temperatura de funcionamiento, es más, no es recomendable porque generamos una cantidad de gases contaminantes y partículas nocivas insalubres de manera innecesaria. Peor aún si lo hacemos dentro de un garaje.
Dejando al ralentí el motor lo único que conseguimos es, eso, calentar el motor de manera bastante poco eficiente. El resto de componentes de la cadena cinemática también deberían calentarse (y los neumáticos, suspensiones, dirección…), así que la mejor manera de calentar un coche es realizar una conducción progresiva.
Cambiando de marchas pronto, utilizando los mandos con tacto de terciopelo y aumentando las revoluciones de manera escalonada conseguiremos que toda la mecánica entre en calor, además de conseguir que los gases de escape alcancen su temperatura óptima y hagan funcionar como deben a los filtros de partículas y las válvulas EGR.
Hacer funcionar a la caja de cambios con el aceite frío, saturar el embrague o forzar los amortiguadores con el aceite a muy baja temperatura pueden devenir en averías muy tontas y fácilmente evitables si hacemos un uso razonable de la fase de calentamiento.
Utilizar el motor demasiado bajo de revoluciones para ‘ahorrar’
Ligeramente relacionado con el punto anterior tenemos algunas prácticas como la obsesión por ahorrar combustible. Para conseguir rebajar las medias de consumo algunos conductores optan por aprovechar al máximo las marchas por su extremo inferior, y eso puede tener consecuencias.
Cuanto más bajo de vueltas funciona un motor, en teoría, menos consume. Que el propulsor trabaje siempre a regímenes bajos significa que en ocasiones esté realizando un esfuerzo fuera de su zona óptima de funcionamiento y, por tanto, estamos haciendo que trabaje de una manera poco eficiente.
Además de generar un consumo más elevado en según qué circunstancias, circular con el coche casi al ralentí en el peor de los casos puede llegar a provocar averías en la transmisión si se producen traqueteos o vibraciones en el motor.
Dejar la mano en el cambio y el pie del embrague
Llámalo costumbre, llámalo manía o llámalo pose ‘Fast & Furious’. Cuando conducimos un coche manual no estamos constantemente cambiando de marcha, estas operaciones no nos llevan más que un par de segundos actuando sobre los mandos y el resto del tiempo tendríamos que tener las manos y los pies en su sitio.
Es decir: si no estamos cambiando de marcha la mano derecha tenemos que colocarla en el volante (igual que la izquierda), y el pie izquierdo debemos dejarlo en el reposapié que tienen todos los coches.
En el caso de la mano, dejarla apoyada en la palanca supone transmitir cierta fuerza a los reenvíos que forman el cambio de marchas, forzando por poco que sea los sincronizados y acortando su vida útil. En caso de decir basta, la reparación de estos elementos es muy cara pues hay que sacar toda la caja de cambios.
Lo mismo ocurre con el pie izquierdo. Si no estamos usando el embrague no vale de nada tenerlo cerca del pedal izquierdo porque, por mínimo que sea el apoyo que hagamos sobre el pedal, sí se está produciendo un desgaste. Esto puede desembocar en una reparación de embrague imprevista, aparte de la sobrecarga que se genera en la pierna izquierda por ir en esta posición antinatural.
Mantener pisado el embrague en los semáforos
Peor aún para los embragues, mucho peor, es llegar a un semáforo y detener el vehículo con el motor en marcha y el embrague pisado, sin desengranar primera, hasta reemprender la marcha. Algunos incluso retienen el coche haciendo uso del embrague en lugar del freno.
Con esta costumbre se genera un desgaste innecesario en las pieza del embrague y se acelera notablemente el momento de pasar por el taller para un elemento que puede durar hasta 100.000 kilómetros.
Circular en punto muerto en bajadas
Otra leyenda urbana poco acertada es la creencia de que es mejor dejar el coche en punto muerto en bajadas para ahorrar combustible. En los coches modernos se ha introducido el funcionamiento ‘a vela’ desconectando la transmisión en fases de descenso, pero es una práctica que sólo funciona en cajas de cambio automáticas y con transmisiones efectivas.
En cajas de cambio manuales también se puede hacer, pero es una maniobra irresponsable porque perdemos parte del control del motor y si necesitamos empuje tardaremos, quizá, más de la cuenta, metiéndonos de lleno en una situación de riesgo además de perder el freno motor. El acoplamiento de la caja de cambios en los coches con ‘modo vela’ se realiza de manera automática.
Ahora bien, hay conductores que buscan este funcionamiento también en los coches automáticos sin ‘modo vela’ y se están exponiendo a la destrucción de su caja de cambios. No hay problema mecánico en circular en la posición N de la caja de cambios, el problema real está al volver a engranar la D.
Meter la directa con el vehículo rodando a, por ejemplo, 100 km/h supone obligar al coche a una operación para la que no está diseñado. La caja de cambios puede pasar de N a D sin esfuerzo en parado, pero en marcha estos esfuerzos se disparan porque no hay sincronización, provocando un acoplamiento súbito de la transmisión como soltar el embrague de golpe en un manual. Nada recomendable.
Es difícil coger un día el coche y no encontrarse un resalto. Los también conocidos como badenes (también admitido por la RAE) o guardias tumbados forman parte ya de la geografía y los tenemos asimilados como algo cotidiano, pero puede que no tanto la manera correcta de convivir con ellos.
Estos elementos se utilizan pare obligar a reducir la velocidad del tráfico en entornos donde sea necesario o pueda suponer un peligro. Los hay de muchos tipos y no todos cumplen la normativa que regula cómo deben construirse, pero en cualquier caso pasarlos a más velocidad de la debida puede suponer una visita al taller.
No estamos hablando de la típica rascada de bajos, estamos hablando de que si nos enfrentamos a ellos a más velocidad de la indicada o directamente sin reducir la velocidad la suspensión y la amortiguación, además de otros elementos de nuestro coche como los silentblocks, los tirantes, las rótulas e incluso la dirección pueden ver considerablemente reducida su vida útil.
Precisamente es en los resaltos más inofensivos, esos realizados en plástico de color amarillo y negro en su mayoría que quedan atornillados a la calzada, los que más daño pueden provocar. Es en esos donde los conductores se confían más y reducen menos la velocidad, pasando sobre ellos de tal manera que la integridad del coche se enfrenta a poco menos que un escalón.
Para evitar los potenciales daños relacionados con los resaltos lo mejor es sobrepasarlos a la velocidad permitida de la vía o inferior incluso, no acometerlos con los frenos accionados para evitar excesos de carga y evitar las transferencias de pesos en los resaltos más grandes para huir de los topes de suspensión.
Forzar la dirección en sus topes
Algo que todos realizamos cada vez que nos ponemos al volante del coche es maniobrar. Siempre para aparcar y desaparcar tenemos que hacer una maniobra por pequeña o sencilla que sea, y es ahí cuando aparece uno de los vicios más comunes.
Se trata de los topes de dirección. Cuando giramos al máximo la dirección hay conductores que mientras realizan la maniobra se quedan colgados del volante, apretando contra el máximo recorrido. Error.
Una vez que giramos al máximo el volante no hace falta mantener la presión contra el extremo del recorrido. Cuando notemos el tope deberíamos aliviar la fuerza para quitarnos de encima una costumbre que puede derivar en averías muy tontas.
Haciendo eso estamos generando una presión innecesaria en el circuito hidráulico de la presión que puede estropear la bomba de la dirección o reventar algún manguito. Además también es recomendable girar la dirección al menos sin tener el freno apretado para reducir el esfuerzo del sistema y, mejor aún, hacerlo con las ruedas girando a muy baja velocidad.
Apurar la reserva más de la cuenta
Hay conductores a los que no les hace especial ilusión eso de pasar por la gasolinera y estiran los depósitos tanto como pueden. Para ahorrarse un paseo, algunos llevan a sus coches a funcionar más allá del aviso de reserva y eso es doblemente perjudicial.
Por un lado, si un día salta la reserva y no encontramos una gasolinera cerca y finalmente nos quedamos tirados se nos puede aplicar una multa por generar una situación de peligro. No es una avería, es una negligencia.
Por otra parte hacer que el motor beba de la reserva implica exponerle a ciertos riesgos. Ni el depósito del coche, ni el tanque de la gasolinera ni el camión cisterna que transportó el combustible están totalmente limpios. Hay impurezas, y para evitar que lleguen al motor están los filtros de combustible.
Pues bien, circular más de la cuenta en reserva implica que vayan hacia el motor todas las impurezas que quedan cerca del fondo del depósito. Estas partículas pueden inutilizar las sondas lambda, poner el motor en modo ‘a prueba de fallos’ o colapsar el filtro de combustible y hacer que el coche no arranque. En el peor de los casos estas impurezas pueden llegar al motor o al sistema de admisión y generar una avería considerable.
Fuente: https://www.motorpasion.com/