Te recordamos todo lo que debes saber del líquido de frenos, para que no descuides un detalle de un tema esencial para la seguridad… y tan olvidado.
De hecho, para muchas de las personas que -al menos- se atreven a abrir el capó y hacer una revisión mecánica muy básica, el líquido de frenos no pasa de ser “eso que no hay que tocar porque ya miran en el taller”. (Sonido de bocinazo: erroooooor).
Es cierto que no hay que confundir el tapón del aceite lubricante, con el del anticongelante, con el del líquido de la dirección asistida ni con el del lavaparabrisas. Pero sí que hay que tener localizado el del fluido del que hablamos hoy.
Así que, una vez identificado esto, ¿cuál es la función de este elemento? ¿Por dónde discurre? ¿Cómo trabaja? ¿Por qué es tan importante?
Así funciona el líquido de frenos
El sistema de frenos es un circuito hidráulico (generalmente, doble, por seguridad) estanco que en un coche consta de:
- Depósito del líquido de frenos: es la pequeña cubeta translúcida con un logotipo similar a este que ves aquí.
- Líquido. Se trata de un fluido específico para esta función. Debe estar en buen estado y no mezclarse con nada. Como norma general, te recomendamos que te ciñas a las especificaciones recomendadas por el fabricante.
- Pedal. El pedal central activa el llamado freno de servicio que hace que el líquido empuje de una manera fundamentalmente mecánica los elementos que posibiiltan el frenado y lo haga de forma hidráulica.
- Bomba. A medida que evolucionaron los automóviles, el conductor ya no tenía que accionar una palanca que rozara con la rueda, como se hacía en los primeros modelos; con el pie comenzaba el proceso de frenado, como ahora, gracias a que el pedal bombeaba y el fluido empujaba. Para facilitarlo, se fueron desarrollando elementos que ayudaran a ello, para que el conductor no tuviera que ejercer tanta presión y la frenada acabara siendo más placentera, pero, sobre todo, más efectiva.
- Servofreno. Uno de los avances clave. Este elemento permitía multiplicar la fuerza del conductor a la hora de pisar el pedal.
- Centralitas. La llegada de la electrónica posibilitó frenadas más eficaces y seguras, a la hora de regular la intensidad en función de la demanda de fuerza y de las condiciones de la vía en tiempo real.
- Así, el sistema podría trabajar asociado a todo tipo de innovaciones que fueron llegando: al ABS, al control de estabilidad (ESP), al asistente de pendiente (que retiene unos instantes el vehículo desde que dejas de frenar hasta que aceleras), hacer microfrenadas tras cruzar una balsa de agua para secar los discos…
- ABS: tiene ya más de medio siglo y sigue siendo uno de los mejores inventos en lo relativo a la seguridad. El sistema antibloqueo de frenos se activa cuando se efectúa una frenada de emergencia, de tal manera que la centralita ‘ordena’ frenar y no frenar durante muchas veces por segundo. Esto hace que las ruedas se bloqueen, que la distancia de detención se reduzca y que el conductor pueda mantener la dirección y esquivar un obstáculo.
- Canalizaciones: son los ‘tubos’ por los que discurre el líquido de frenos.
- Latiguillos: se llaman así a la última parte de los conductos, que van a las pinzas de freno o a los bombines de las zapatas. Son flexibles, de goma o metálicos.
- Pinzas, pastillas y discos. En los frenos de disco, las pinzas son accionadas por la presión del líquido. Al cerrarse, las pastillas que llevan en sus caras internas son las que ejercen resistencia a la rodadura sobre los discos.
- Tambores. En los frenos de tambor, la presión del líquido de frenos lo que accionan son los bombines, que transmiten la fuerza a las zapatas y rozan con la cara interna de los tambores.
El freno de mano no suele ir asociado a este circuito hidráulico, puesto que lo normal es que sea accionado aparte, mediante sistema mecánico o electrónico.
Mantenimiento
Como cualquier fluido, el líquido de frenos también envejece y puede sufrir pérdidas de presión a causa de fugas en el circuito o de envejecimiento del propio fluido. En ambos casos, las consecuencias pueden ser muy peligrosas.
Tipos de productos
Por eso, es bueno ceñirse a lo recomendado por el fabricante para tu modelo de coche en particular.
No obstante, hay diferentes tipos de productos (DOT 3, DOT 4, DOT 5…) catalogados según su punto de ebullición, su viscosidad, su duración y sus prestaciones.
Y como en todo, los precios también varían un poco.
Revisiones y síntomas de alerta
Tanto en un taller como por tu cuenta, no sobra que de vez en cuando eches un vistazo al líquido de frenos, preferiblemente, con más periodicidad de la que indique en el libro de mantenimiento. ¿Qué hay que revisar?
- Testigo: parece una tontería, pero si se enciende, será lo primero que te avise de que algo anda mal ahí. Así que es bueno que veas si este ‘chivato’ luce cuando das el contacto o cuando tienes el freno de mano echado. Si al iniciar la marcha continúa esta luz, acude al taller (y mejor, en grúa, por si acaso).
- Nivel: en el vaso que lo contiene, el nivel debe estar entre el máximo y el mínimo, pero más cerca de la raya que indique lo primero.
- Vaso: debe ser estanco y no presentar chorros ni goterones.
- Tapón: que se encuentre en buen estado y correctamente cerrado, sin grietas.
- Antigüedad: comprueba que el líquido de frenos no supere los 2-3 años de antigüedad desde su última sustitución.
- Conductos: lo mismo ha de suceder en el resto de la instalación. Vigila que ni conductos internos ni elementos ‘periféricos’ (servofreno, ABS…) tienen pérdidas.
- Latiguillos: estos elementos son unos de los más expuestos al deterioro, especialmente, si son de goma en vez de metálicos (más caros, pero también, más resistentes. Debes asegurarte de que no hay rajas, grietas, fugas…
- Bombines agarrotados (en frenos de tambor): esto es más difícil de ver a simple vista y suele dar la cara en la ITV, cuando la frenada está descompensada entre un lado y otro del vehículo.
- Pedal central: si te percatas de un funcionamiento ‘raro’, puede ser síntoma de fugas, pérdida de presión, aire en el circuito… Ejemplos: no debes notar que el freno esté demasiado duro ni demasiado blando. Tampoco, que al dejar el pie pisando el pedal central (en una cuesta o en un semáforo), va ‘hundiéndose’ poco a poco. Si notas un tacto irregular o como ‘esponjoso’, también acude inmediatamente al taller: ¡podría haber pérdidas o incluso aire en el circuito!
Rellenado
Si el nivel está algo bajo, puedes rellenar tú mismo el nivel, en el vaso contenedor, pero asegúrate de que sea el mismo producto que tenía y que tú viertas no esté caducado y mantiene sus propiedades. Luego, cierra bien el tapón.
Sustitución
Como ya hemos comentado, cada cierto tiempo (o si hay que resolver cualquiera de los problemas mencionados anteriormente), hay que sustituir completamente el líquido de frenos. Para ello, hay que:
- Quitar el tapón: para que el aire entre por esa zona, haga presión y el líquido descienda más fácilmente por el latiguillo.
- Desmontar el extremo del latiguillo que va a la rueda.
- Drenar el circuito.
- Depositar el líquido de frenos viejo en una cubeta, para llevarlo luego a un punto limpio.
- Montar latiguillos.
- Verter el líquido de frenos nuevo.
- Poner tapón.
- Quitar el aire del circuito con una pistola especial para esta tarea.
- Bombear el pedal hasta que vuelvas a recuperar el tacto y el coche recupere la frenada.
Si lo haces en un taller, verás que la operación de cambiar el líquido de frenos para un coche medio suele tener un precio que oscila entre los 50 y los 100 euros. No obstante, aunque le hayas encargado los trabajos a un profesional, no te olvides luego de ese último punto: lo normal es que el coche no frene de nuevo nada hasta la tercera o cuarta pisada del pedal central. Bombea en parado y con el motor en marcha (si no, el pedal estará duro), antes de salir.
Escrito por Rodrigo Fersainz
Fuente: https://www.autobild.es