Si algo caracteriza la historia de Volvo es su facilidad para adelantarse a los demás en lo que a desarrollo tecnológico se refiere. Así ha sido en los últimos 20 años, pero esta tendencia viene incluso desde antes.
Evolución imparable
Muchos conductores reconocen a Volvo como una marca puntera en lo que a implantación de tecnologías de seguridad se refiere. La apuesta por la seguridad es, sin duda, una de sus grandes características, pero no lo es menos la innovación en todos los ámbitos, que ha llevado a la marca sueca a adelantarse a muchos de sus competidores en la adopción de multitud de tecnologías hoy ya completamente extendidas.
Volvo ha contado, en este sentido, con el apoyo del grupo Geely desde 2010. Un importante grupo chino de automoción que, gracias a su músculo financiero, ha permitido a la marca sueca aumentar aún más sus recursos en investigación tecnológica. Y los compradores han apoyado esta tendencia, pasando en apenas unos años de 400.000 unidades matriculadas a prácticamente duplicar esa cifra en la actualidad, y de dos plantas de producción en todo el mundo a triplicar este número, con seis factorías activas.
Los primeros acercamientos de Volvo a la electrificación llegaron en 1970, con el desarrollo de sus primeras transmisiones eléctricas como forma de cuidar el medio ambiente
El cuidado del medio ambiente, una prioridad
Volvo ha centrado, en toda su historia, gran parte de sus recursos de investigación en el desarrollo de vehículos cada vez más limpios y eficientes. Así, la marca sueca ha puesto su mirada en la electrificación desde 1970, cuando comenzó a desarrollar mecanismos de transmisión eléctricos para sus vehículos. El compromiso es claro: que los avances en tecnología lleven a una movilidad más sostenible, y eso pasa por una reducción en las emisiones.
La electrificación, sin embargo, no ha sido la única vía en la que ha trabajado la marca de Göteborg en su búsqueda de una movilidad más eficiente y limpia. Precisamente, fue una de las primeras marcas, en 2014, en recurrir al conocido downsizing, es decir, a la reducción de tamaño de sus motores sin que ello afecte a sus prestaciones, con el ánimo de disminuir consumos y emisiones.
Los primeros acercamientos de Volvo a la electrificación llegaron en 1970, con el desarrollo de sus primeras transmisiones eléctricas como forma de cuidar el medio ambiente
Entonces, modelos como el S60 o el V60 incorporaban una tecnología que, finalmente, acabó siendo utilizada por más fabricantes una vez comprobado su éxito. La clave, entonces, pasaba no sólo por la reducción del tamaño, sino por el uso del Stop&Start o de la inyección directa, de tal forma que sus motores ya eran capaces de cumplir la normativa anticontaminación Euro 7 muchos años antes de su entrada en vigor.
El futuro es eléctrico
En un contexto en el que tanto las autoridades como los compradores demandan soluciones de movilidad cada vez más limpias, el siguiente movimiento tenía que pasar por la electrificación total del vehículo. Y Volvo, una vez más, recogió pronto el guante; en 2012, con el C30 eléctrico puro.
Más adelante, creó una filial dedicada exclusivamente a este tipo de vehículos. Polestar, la nueva marca, ha unificado, desde el momento en el que los primeros prototipos funcionales comenzaron sus pruebas en 2018, los avances tecnológicos en electrificación de Geely y de Volvo junto con un proceso de producción más complejo, ya que en la producción de sus nuevos modelos se recurre a la fibra de carbono para reducir el peso global de la carrocería y el chasis como forma de aumentar aún más la eficiencia energética.
El Polestar 1, el primer modelo desarrollado bajo la nueva marca Polestar, es sólo el primer ejemplo de esta apuesta por la electrificación. El futuro de la marca será, también, eléctrico.
La hibridación, un paso natural
En un contexto de evolución continuada, la firma nórdica no podía dejar de lado la hibridación de sus vehículos. Aunque fue a partir de 2017 cuando su apuesta empezó a destacar en el mercado, lo cierto es que años antes ya se habían planteado la necesidad de construir modelos híbridos más ligeros que no dependiesen tanto de las entonces pesadísimas baterías.
La solución llegó gracias a su trabajo con el grupo Torotrak, junto con el que desarrolló una tecnología que recibió el nombre de Flybird, y que se basaba en el uso de un volante de inercia que recuperaba la energía cinética, y que servía como generador en las fases de frenada. Un sistema que conseguía reducir los consumos hasta en un 25%, pero que era capaz de aumentar la recuperación de energía hasta en un 70%.
Años más tarde, la apuesta de Volvo por la movilidad limpia derivó hacia los híbridos enchufables (en 2014, con el V60 híbrido enchufable). Si, hasta ese momento, la marca había sido una de las primeras en apostar por la hibridación y por los motores de combustión de gasolina por encima del popular diésel, no tardó tampoco en hacerse un hueco en la historia de la hibridación enchufable al ser la primera marca del mercado en lograr ofrecer una versión híbrida enchufable de todos y cada uno de sus modelos a la venta.
Este importante hito llegó en 2019, coincidiendo con la presentación en el Salón de Frankfurt del XC40 T5 Twin Engine y, desde entonces, en toda la gama de vehículos de Volvo es posible encontrar una variante que utiliza este tren de potencia electrificado. Así, más del 20% de las ventas de la marca en España ya son híbridas enchufables, lo que refrenda no sólo su acierto en la elección de esta tecnología, sino el crecimiento paulatino de la confianza de los clientes de la marca en ella.
Por Creative Luike
Fuente: https://www.autofacil.es