Un estudio realizado por el Instituto de Salud Global (ISGlobal) de Barcelona, publicado en el ‘Annual Review of Public Health’, concluye que los automóviles sin conductor podrían mejorar nuestras condiciones de vida si además son compartidos y eléctricos, según nos informa Laura C. Liébana en larazon.es.
La tecnología autónoma incluye aquellos vehículos capaces de autoconducirse sin necesidad de que un ser humano los controle o monitoree. Esta investigación estima que las ventas de este tipo de automóviles podrán suponer el 40% en el año 2030.
“Se trata de una innovación tecnológica que impactará en la salud pública”, asegura David Rojas, investigador de ISGlobal y de la Universidad Estatal de Colorado, primer autor del trabajo. Rojas también subraya “el valor de los vehículos autónomos” e insiste en que “tienen el potencial de cambiar nuestras ciudades y modificar la forma en que viajamos”. Sin embargo, los gobiernos no saben cómo utilizarlos. “Existe poca planificación o anticipación por parte de las autoridades (a nivel internacional) sobre estas nuevas tecnologías de transporte”, indica. Por ello, el estudio identifica los posibles impactos directos e indirectos que estos vehículos podrían tener sobre la salud de la población (a partir de investigaciones ya publicadas) y recoge una serie de recomendaciones para los decisores públicos, profesionales de la salud e investigadores del campo.
¿El resultado? “Los vehículos autónomos pueden resultar en beneficios o riesgos, dependiendo de cómo se implementen, qué uso tengan, qué combustible y motor usen y cómo se integren con otros medios de transporte, entre otras condiciones”, detalla Rojas.
Uno de los datos más desmitificadores que contiene el informe es que los vehículos automatizados podrían reducir el número de accidentes de tráfico. Así, si el 90% de los automóviles de Estados Unidos se volvieran autónomos, se podrían salvar 25.000 vidas al año, aproximadamente. Y no solo eso: el ahorro económico anual estimado alcanzaría los más de 200 mil millones de dólares.
Además de los beneficios asociados con la seguridad vial, los vehículos autónomos podrían ofrecer grandes oportunidades para la salud pública. Eso sí, con condiciones. La investigación apunta que esto sucedería siempre que se implementaran como vehículos eléctricos, en un formato de viaje compartido e integrados con el transporte público, las y los ciclistas y peatones. Todas estas características podrían promover la actividad física, disminuir la contaminación atmosférica y acústica de las ciudades, y proporcionar más espacios públicos para apoyar un diseño urbano saludable.
Por otro lado, los vehículos autónomos también podrían suponer posibles riesgos para la salud si se implementaran para un uso individual o privado y con motores de combustible fósil. Esto aumentaría el tráfico motorizado, lo que provocaría más sedentarismo en la población y peor calidad del aire, según el estudio. Mark J. Niewuwenhuijsen, uno de sus coautores, concluye: “El desarrollo de este modo de transporte debe, por ello, planificarse lo antes posible para minimizar sus riesgos y maximizar sus beneficios para la salud”.
Fuente: http://www.asepa.es/
Antonio Mozas
Director de ASEPA (Asociación Española de Profesionales de Automoción)
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