Según Tomás de Aquino, los pecados capitales “son aquellos a los que la naturaleza humana está principalmente inclinada”. Una suerte de tendencias innatas en las personas que nos empujan a cometer actos con consecuencias potencialmente terribles. Hemos querido trasladarlos a la logística y ver cómo el perfecto logista ha de estar prevenido ante estas tentaciones.
Los pecados capitales de un logista
¿Cuáles son los pecados capitales traducidos al mundo de la logística y la cadena de suministro?
Gula
La escalabilidad -es decir, la capacidad para absorber el crecimiento en los volúmenes de trabajo sin disminuir la calidad- y la sostenibilidad son dos de las características más deseadas de toda cadena de suministro. Sin embargo, la gula a veces nos hace creer que estamos preparados para manejar ciertos volúmenes, cuando en realidad puede no ser así.
Excedernos en nuestro apetito logístico puedes crearnos problemas muy graves que perjudiquen a los clientes, pudiendo poner en peligro nuestra relación con ellos. Aumentar nuestra facturación puede parecer muy apetitoso, pero no hacerlo de manera sostenible puede convertirse en un plato envenenado.
Avaricia
Ya sea como proveedor o como cliente, un logista ha de tratar de buscar la mejor solución para ambas partes, e intentar moverse en escenarios win/win, en el que ambos lados salgan ganando. Lo contrario -tratar de ser la parte ‘vencedora’- nos lleva a escenarios de desconfianza, que no están basados en el beneficio mutuo.
Una de las partes puede tratar de forzar una negociación más allá de lo razonable en los términos económicos o de servicio, o un proveedor puede no estar informando a su cliente de la mejor solución, ofreciendo una más cara. En ambos casos, la avaricia estará haciéndoles un flaco favor a largo plazo.
Las empresas necesitan implantar una mentalidad de mejora constante
Pereza
Una vez diseñada la cadena de suministro perfecta, mañana es el mejor día para comenzar a revisarla y ver qué se puede mejorar. En la logística, donde cada segundo cambian montones de condicionantes -costes, avances tecnológicos, necesidades, ubicación de destinos y orígenes, etc.-, la pereza es uno de los peores pecados de un logista.
Las empresas necesitan implantar una mentalidad de mejora constante y de análisis de las oportunidades de perfeccionamiento. Dormirnos en los laureles es el mejor camino para que la competencia nos adelante.
Ira
Un buen logista ha de ser capaz de actuar y responder de forma rápida. Sin embargo, es muy importante que no confundamos la rapidez de la respuesta con dejarnos llevar por la situación. Las cadenas de suministro son lugares ideales para que se cree presión, dada la importancia de sus funciones, y necesitas saber gestionar esa presión para que no se convierta en malas decisiones o enturbie el ambiente de trabajo.
Si has sufrido algún percance, la peor manera de solucionarlo será tomar decisiones basadas en impulsos y bajo las emociones del momento.
Envidia
La envidia es un mal endémico de nuestras sociedades, y los logistas no son inmunes a ella. En el mundo de la cadena de suministro, la envidia suele transformarse en imitación de lo que está haciendo la competencia, ya sea desde el punto de vista del cliente o desde el proveedor.
Esto acaba suponiendo inversiones o apuestas por tecnologías que puede que no necesitemos o que no sean las más indicadas para nuestras propias particularidades, pero que hemos visto en el vecino. Métodos de entrega, plazos, instalaciones, maquinaria… todas ellos susceptibles de generar esas envidias. Hemos saber diferenciar el poder aprender de la competencia de la sensación de necesitar imitar todo lo que ellos hagan, sin detenernos a analizar cada caso. Saber cómo y cuándo innovar es una gran virtud.
Soberbia
Aunque soberbia y envidia puedan parecer pecados contrapuestos, muchas más veces de las que parecen van de la mano. La soberbia se puede colar en nuestra logística de muchas maneras: mediante la falta de creación de planes de emergencia, no calculando los riesgos que suponen ciertas operaciones, dando por cierto que le estamos dando a los clientes la calidad que esperan de nosotros, etc. Es decir, siempre que nos falte humildad a la hora de analizarnos internamente.
Todos estos puntos pueden y deben ser abordados, ya sea mediante la gestión de riesgos o las encuestas de calidad. Pero no serán las únicas posibilidades; todo punto de nuestra logística que demos por sentado y solucionado será un pequeño pecado de soberbia.
Lujuria
La segunda acepción de la RAE define la lujuria como “exceso o demasía en algunas cosas”. Y si hay unanimidad en la logística sobre los problemas que genera el exceso en alguna materia, ese caso es el nivel de stocks.
La abundancia de stocks tiene varios efectos positivos: más dificultad para que haya una rotura y nos quedemos sin suministros, más facilidad para organizar la distribución, menos presión a la hora de gestionar envíos y recepciones, etc. Sin embargo, todos estos pros tienen un aspecto negativo evidente: el exceso de costes. Un gasto continuo sin un beneficio directo en el cliente.
Reducir el nivel de stocks no es tarea fácil ni pequeña. Tendrás que ser más preciso calculando tu demanda, necesitarás ser más estricto con tus plazos de entrega, habrás de reaccionar más rápido ante los imprevistos y manejar un número superior de envíos reduciendo su volumen. Y, además, lo harás con menos red de seguridad, al contar con menos stock. Más problemas para ti, pero en búsqueda de una fuerte mejora en costes.
Conseguir escapar a esta serie de pecados requerirá trabajo, constancia y humildad. Como hemos visto, es muy sencillo y muy humano que, en un determinado momento, podamos caer en alguno de estos pecados capitales. Pero mantenerlos a raya hará que nuestra logística crezca de manera sostenible, innovando en los aspectos realmente necesarios y buscando cada día los aspectos en los que poder mejorar.
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