La búsqueda de un transporte sostenible es, a tenor del consenso científico, mucho más una necesidad que un simple deseo. Los habitantes de la tierra necesitamos reducir nuestro impacto en el medio ambiente y los motores de combustión interna y los fósiles son una parte muy relevante en ese impacto.
Alberto Merino, miembro del think tank Movilidad de la Fundación Corell, publicó hace unos meses en Cadena de Suministro una serie de propuestas e ideas para enfocar el desarrollo de la sostenibilidad en nuestras carreteras.
Alternativas para lograr el transporte sostenible
Si empezamos por los turismos, Merino resalta en su columna la importancia de renovar el parqué móvil. “Un vehículo diésel de última tecnología eminte entre un 80-90% menos de emisiones contaminantes que un vehículo con 15 años de antigüedad, y entre un 15-25% menos de emisiones CO2 que un vehículo actual de gasolina. A día de hoy el 80% de las emisiones proceden de vehículos de más de 10 años”, sostiene el texto.
Esto explica por qué a menudo existen ayudas públicas para tratar de incentivar la compra de coches nuevos y menos contaminantes, ya que se acaban traduciendo en ahorros de energía y en reducciones de la contaminación.
La sostenibilidad en el transporte pesado de mercancías
Pese a ser mundos muy próximos, es evidente que el transporte de mercancías tiene sus propias particularidades frente a los turismos, debido especialmente a los volúmenes a los que tiene que hacer frente.
Esto se hace especialmente evidente cuando hablamos de los camiones eléctricos. “Camiones de uso urbano de peso máximo 6 tn y recorrido diario hasta 120 km requieren paquetes de baterías de hasta 90 kWh. Camiones de 20 toneladas de peso máximo para un recorrido diario de hasta 200 km requieren paquetes de baterías del entorno de los 200 kWh, que al precio actual suponen 40.000 euros, todavía viable tanto técnica como económicamente. En el caso del transporte de larga distancia, el segmento más representativo del transporte con 40 toneladas de peso máximo y recorridos diarios de 800 km, se necesitarían paquetes de baterías de capacidad superior a los 1.200 kWh, inviables tanto desde el punto de vista técnico, por su peso, como económico”, explica Merino en el artículo.
Otras tecnologías como el Gas Natural Licuado (GNL) no tienen estas limitaciones. Sin embargo, frente a los combustibles tradicionales, suponen la dificultad adicional de contar con menos puntos de repostaje -aunque poco a poco se va avanzando en este sentido- y requieren una gran optimización respecto al kilometraje por año para poder ser rentables, debido a la fuerte inversión que suponen.
Ayudando al transporte sostenible
A la hora de efectuar políticas públicas también es necesario alcanzar el equilibrio entre lo que se persigue y lo que parece factible conseguir. “Si tenemos en cuenta que los fabricantes han reducido en torno a un 20% las emisiones de CO2 de sus vehículos durante los últimos 20 años, lo que supone un 1% anual, los constructores difícilmente podrán llegar al objetivo marcado, que supone entre un 2% y un 3% anual”, adelanta Merino.
Para paliar estas posibles dificultades existe la posibilidad de efectuar reformas respecto a las directivas de Masas y Dimensiones e incidir en el uso de trenes de carretera, buscando que los viajes sean más eficientes.
Las tendencias económicas, con la aparición y el desarrollo de fenómenos como el comercio electrónico y la logística urbana, invitan a creer que la cantidad de transporte que necesitarán las sociedades va a continuar creciendo en los próximos años. Por ello, es importante que estas sociedades y las administraciones públicas tengan en mente estas necesidades logísticas a la hora de elaborar legislaciones, planes urbanísticos y demás elementos que afecten o se vean afectados por la logística.
Esta será la mejor manera de poder hacer que el transporte sostenible sea una realidad y una punta de lanza a la hora de la preservación del medio ambiente.
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Fuente: https://www.transgesa.com
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