Un nuevo concepto aparece en el lenguaje de los individuos y organizaciones, en especial del sector del automóvil, relativo a las urgencias de la lucha contra el cambio climático, de la calidad del aire y la congestión del tráfico. Dicho concepto apela de manera indiferenciada al uso de todas las tecnologías como estrategia para conseguir sus objetivos, y que se ha dado en llamar “neutralidad tecnológica”.
Lo hemos oído en foros de discusión, congresos, seminarios o simples declaraciones de organizaciones pertenecientes al acosistema industrial del automóvil. El Vicepresidente Ejecutivo de ANFAC (Asociación Española de fabricantes de Automóviles y Camiones) el Sr. Mario Armero, en un reciente foro de automoción afirmaba: “Parto de una premisa: la neutralidad tecnológica. Somos una industria multienergía y multitecnología y contaremos con los motores de combustión más eficientes. No podemos renunciar a soluciones que pueden ser viables, como el hidrógeno”.
Las prácticas discursivas, como los valores y el saber, no son neutrales, ejercen un poder que tiene como misión normalizar e imponer tesis que en realidad son contrarias a lo que aparentemente defienden. Por ejemplo, defender que un motor térmico (aun con toda la evolución tecnológica que incorporan los actuales) sea una tecnología tan útil y efectiva, con el mismo nivel de eficiencia y emisiones como puede ser un motor eléctrico, no responde a la realidad que se nos quiere poner delante. Tampoco va acorde a la urgencia de los cambios y a una voluntad política que ha de atenderlos para que sea justa y aplique el principio de responsabilidad.
Decía el obispo Desmon Tutu que “si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor”. El concepto de neutralidad, siempre ha sido cuestionado, también al hablar de tecnología. Ante un problema grave, y el medioambiental lo es, hay que tomar partido, y como decía el poeta Gabriel Celaya “partido hasta mancharse”, porque no puede quedar todo en manos de los neutrales, que como también decía “lavándose las manos, se desentienden y evaden”.
Hablar de neutralidad, del latín neuter (“ni uno ni otro”) en lo concerniente a la tecnología, consiste en pretender que las administraciones y los poderes públicos no se decanten por el uso de unas determinadas tecnologías que puedan acelerar la marcha hacia una solución más efectiva que nos permitan ganar la batalla, nuestro futuro y subsistencia. Que en la multienergía y la multitecnología que nos propone Mario Armero, se meta en el mismo saco a las que siguen carbonizando, no es un discurso que esté a la altura de las exigencias de nuestro tiempo. En definitiva, es un tema de la industria, pero también de la política, porque se trata de elegir y tomar decisiones para alcanzar objetivos.
Ante los graves problemas de la contaminación y del cambio climático que está generando catástrofes irreversibles y problemas de salud pública, no nos valen todas las tecnologías, así como tampoco todas las fuentes de energía. Las que abren el camino hacia una movilidad sostenible son las que necesitamos que triunfen y promocionen, porque las nuevas generaciones se sienten cada vez más comprometidas y responsables ética y socialmente con el medioambiente.
Solamente las ecotecnologías que apuesten por la consecución de objetivos a través de modelos de cero emisiones como nos ofrecen los vehículos eléctricos o las pilas de combustible a través de fuentes de energía renovables van a ser las que necesitamos que triunfen y promocionen. No es cuestión de menospreciar las otras, sino de facilitar el rápido acceso a las más efectivas.
Porque el discurso de la necesidad de convivir todas las tecnologías por igual en un período de transición largo en el que se espera que las máquinas térmicas y las eléctricas sigan juntas, que la industria se adapte lentamente a un mercado que no está preparado, donde ya se procura argumentar que adolece de infraestructuras de recarga (ahora que se está salvando el tema de la mayor autonomía del coche eléctrico) y donde también se frena su implantación (dilatación burocrática de permisos, etc.), también esconde la voluntad de ralentizar una revolución que se quiere que quede en transición controlada. ¿Aceleramos?
Fuente: https://www.hibridosyelectricos.com
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