El 29 de abril, la Comisión Europea lanzará su Plan de Recuperación para Europa. Que la estrategia de recuperación sea exitosa y ecológica depende de una serie de factores. Pero la calidad y la rapidez de la recuperación no dependerá únicamente de la magnitud del estímulo. También dependerá de otras circunstancias, como el poder adquisitivo de los consumidores.
Una de las principales características de la crisis de 2008-2015 fue la combinación de una profunda recesión con los precios excepcionalmente altos del petróleo. El barril de petróleo llegó a costar 160$, y los precios oscilaron en torno a los 100$/barril hasta 2015. La Unión Europea importa el 96% de su crudo y hay una correlación directa entre la actividad económica en la UE y la cantidad de dinero que gastamos en combustible. La diferencia entre un precio del barril de 70$ y de 20$ es de aproximadamente 100.000 millones de euros en forma de ingresos anuales adicionales que quedarían a disposición de los consumidores para su utilización en tiendas y restaurantes al volver a abrirse sus puertas.
Por tanto, si tuviéramos que buscar un aspecto económico positivo en el oscuro panorama del sufrimiento humano y el pesimismo económico de las últimas semanas, sería la caída del precio del petróleo a 20$/barril. Por supuesto, los petrodictadores en Arabia Saudí y Rusia no lo ven así. Confían en los ingresos del petróleo caro para reprimir la disidencia en casa y sembrar discordia y enfrentamientos religiosos en el extranjero. Estados Unidos tiene un interés más heterogéneo: los conductores estadounidenses prefieren la gasolina barata, pero los productores de petróleo de esquisto necesitan un precio por encima de los 30-40$/barril para mantenerse a flote.
Por ello, cuando los precios empezaron a caer, Donald Trump y los barones del petróleo de todo el mundo se pusieron muy nerviosos. Claramente, había que hacer algo. Hizo falta un poco de regateo y coacción a algunos de los barones menos predispuestos (Arabia Saudí y Rusia se regocijan en silencio con la perspectiva de un colapso de la industria petrolera estadounidense). Pero, después de una buena dosis de teatro, la OPEP, Rusia y EEUU acordaron conjuntamente lo que se denominó el mayor acuerdo de suministro de petróleo de la historia. La idea tras este pacto respaldado por el G20 es forzar una subida de los precios mediante un recorte de la producción. El inconveniente para los productores es que ahora van a vender menos producto. Pero, asumiendo que la demanda de petróleo continúa creciendo, los petroestados siempre pueden vender sus reservas más adelante. Tras el pacto, los precios del petróleo subieron de 24$ el 1 de abril a 34$ dos días después. Eso equivale a 100 millones de euros adicionales sumados a las facturas de combustible europeas en solo dos días.
Hay tres conclusiones muy interesantes que podemos extraer de este histórico pacto del petróleo.
En primer lugar, Europa sigue siendo lo que ha sido desde 1973: un peón en el gran juego de los barones del petróleo. No tenemos petróleo y no podemos acudir a nadie más para conseguirlo. Los europeos tienen que pagar lo que los vendedores exijan.
En segundo lugar, aunque el pacto del petróleo produjo una rápida subida inicial, los precios cayeron de nuevo unos días más tarde, y el petróleo estadounidense llegó a cotizar en negativo pese a que los futuros se mantienen en torno a 20$/barril. Los inversores están preocupados por la gravedad de la recesión mundial y el ritmo de recuperación, que podría hundir la demanda de petróleo durante los próximos meses o incluso los próximos años.
Un tercer factor es que, al tiempo que se produce esta desaceleración, las alternativas ganan cuota de mercado. Las ventas de vehículos eléctricos en Alemania y Francia alcanzaron el 7-9% en los dos primeros meses de 2020, y esto es solo el principio.
La combinación de una desaceleración de la economía mundial y la rápida proliferación de la movilidad eléctrica puede adelantar el pico de la demanda de petróleo; algunos argumentan que ya podría haber sucedido. Esto podría rebajar los precios del petróleo durante los años venideros. Pero, ¿por qué, se preguntarán los lectores, no debería estar T&E a favor de precios del petróleo altos?
La única ventaja de unos precios del petróleo elevados –menos kilómetros conducidos– es limitada, mientras que los inconvenientes son enormes. Que el petróleo sea caro impulsa la búsqueda de fuentes poco convencionales y más sucias, como las arenas bituminosas y el petróleo de esquisto. Enriquece aún más a las empresas de combustibles fósiles y provoca un traslado de la riqueza de Europa al resto del mundo. Esto no significa que queramos que los precios se desplomen. Unos precios del petróleo bajos son una excelente oportunidad para subir los impuestos a los combustibles, lo que no tiene ninguno de los inconvenientes del petróleo caro pero sí todas las ventajas. En conclusión, no necesitamos petróleo caro ahora y, a largo plazo, queremos que su valor sea insignificante.
El Acuerdo del Clima de París implica que esto tendría que ocurrir en algún momento de mediados del siglo XXI. Pero el castillo de naipes de la industria petrolera podría desmoronarse mucho antes.
El principal activo de una compañía petrolífera son sus reservas. Por ejemplo, ExxonMobil contaba con 24.300 millones de barriles equivalentes de petróleo (petróleo y gas) a finales de 2018 (de los cuales, el 64% era petróleo). Esta cantidad es suficiente para propulsar la flota de vehículos de Europa durante cinco años. Reponer estas reservas es una de las principales tareas de una compañía petrolífera. No obstante, la idea de tener reservas masivas se basa en que la demanda de petróleo es ilimitada. Por este motivo, las empresas petrolíferas (y la Agencia Internacional de la Energía) siguen presentando escenarios en los que la demanda mundial de petróleo continúa creciendo durante las próximas décadas.
Sin embargo, una vez que se alcanza el pico de la demanda de petróleo y comienza el declive, los recortes de producción entre los barones del petróleo se vuelven mucho más duros. De hecho, si el mercado empieza a menguar, los petroestados no pueden contar con que las reservas tengan el mismo valor 10 años después. El pico de la demanda será el final de la OPEP+, con todos los estados petroleros deseando vender la mayor cantidad posible de petróleo en el menor tiempo posible, bajando aún más los precios y cambiando el equilibrio de la economía mundial a favor de los importadores de petróleo (y, debe añadirse, con la población de los petroestados dictatoriales padeciendo grandes penurias por lo que se conoce como la maldición de los recursos).
Este es un objetivo estratégico que Europa debería perseguir con todas sus fuerzas. Por tanto, la UE debe hacer sus deberes y seguir adelante con el Pacto Verde Europeo. Pero tiene que hacer más. China e India, los otros dos grandes importadores de petróleo, serán aliados en este punto. Ursula von der Leyen debería enviar a su Comisario de Energía, Kadri Simson, a Delhi y Pekín para crear una alianza anti-OPEP. El objetivo principal de esta alianza sería promover de manera conjunta y agresiva la electrificación del transporte. Cuanto antes pasemos a la movilidad eléctrica y realicemos el cambio hacia la ubicua energía solar y eólica, antes desarmaremos el cártel Trump-OPEP+. Cuanto antes nos liberemos de los barones del petróleo, más próspera y verde será nuestra vida.
Este artículo, en español, fue publicado en eldiario.es y la versión original, en inglés, fue publicada en Transport&Environment.
Fuente: https://www.hibridosyelectricos.com
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