La autonomía y el proceso de recarga de un coche eléctrico ya han alcanzado la madurez tecnológica necesaria para competir con los de combustión. El hándicap de la expansión de la red de recarga y el precio, desaparecerán con la economía de escala.
En los últimos cinco años, la movilidad eléctrica ha experimentado una evolución tan grande que está cambiando la industria del automóvil, y la del transporte en general, a pasos agigantados. El debate que se establecía sobre ella se centraba, en la mayoría de las ocasiones, en su autonomía insuficiente, los puntos de recarga escasos y un precio elevado, propiciado en este caso, por el uso de baterías muy caras y muy contaminantes. Hoy, el avance tecnológico, la inversión de los fabricantes, las normativas de contaminación y la concienciación de los usuarios está solventando cada uno de estos aspectos que, o bien ya están resueltos, o bien se solucionarán en poco tiempo gracias a la economía de escala.
Pero en muchas ocasiones, las informaciones que se transmiten hoy a la sociedad siguen incentivando una visión negativa sobre la realidad del vehículo eléctrico. En algunos casos, por manejar información desactualizada, en otros por acudir a los tópicos comunes de los que siguen siendo víctimas los coches eléctricos, y también en muchos casos por intereses creados alrededor de los vehículos movidos por combustibles fósiles. El consumidor recibe la idea de que la movilidad eléctrica es todavía una tecnología no adecuada para ellos, a la que solo acceden los más pudientes y los early adopters, los usuarios tempranos de nuevas tecnologías, a los que no les importan los inconvenientes. Nada más lejos de la realidad.
La autonomía real de un coche eléctrico
Hoy en día es habitual que un coche eléctrico de tamaño medio (del segmento C) disponga de una batería de al menos 70 kWh de capacidad. En el peor de los casos, considerando un consumo medio de 20 kWh/100 km, circulando por carretera a velocidades de 120 km/h, y haciendo un cálculo rápido, la autonomía real que puede ofrecer es de 350 kilómetros. Si consideramos que no es conveniente descargar por completo la batería ni recargarla al 100%, la autonomía real será el 80% de la calculada, es decir, 280 kilómetros.
Este cálculo puede considerarse como el más desfavorable y, sin embargo, permitiría realizar cualquier viaje en un coche eléctrico si se apoyase en una red de recarga rápida y pública que cubriera todas las carreteras, como lo hacen hoy en día las gasolineras. Pero el futuro de la autonomía de los coches eléctricos va mucho más allá. Con una batería un poco mayor, un consumo un poco menos elevado y apurando los límites de carga y descarga, es factible recorrer más de 350 kilómetros con cada carga. Una distancia muy superior a la que la seguridad y la lógica exigen entre las paradas de un viaje convencional.
La red de recarga
Lo dicho anteriormente debe estar sostenido por una red de recarga rápida extendida y funcional, que sea capaz de dar servicio a una gran cantidad de coches eléctricos, tal y como hoy lo hace la red de estaciones de servicio. Si bien es cierto que todavía estamos lejos de esta situación, el despliegue solo necesita del empuje económico: el incremento de la venta de coches eléctricos convertirá lo que hoy es un mercado lógicamente deficitario en un mercado con un valor de millones de euros.
La tecnología ya permite manejar potencia de recarga de 350 y 400 kW de potencia. Esto supone que una batería como la considerada anteriormente, de 70 kWh de capacidad, podría recargarse en apenas 15 minutos. Un tiempo que se acerca cada vez más a lo que sería un período de recarga razonable.
El precio
En un escenario futuro con baterías de más de 70 kWh de capacidad y puntos de recarga de 350 kW de potencia, cualquier comprador que acudiera a un concesionario consideraría la opción de adquirir un coche eléctrico por encima de uno de combustión. Pero se encontraría con el obstáculo del precio. En este punto, los planes de ayuda a la compra que ofrecen los gobiernos reducen el gap que existe entre lo que cuesta un coche eléctrico y uno de combustión. En esta cuenta hay que tener en presente el coste total de propiedad a lo largo de la vida útil de un coche, en muy favorable al eléctrico, por el menor coste del combustible y de las operaciones de mantenimiento.
Aun así, hoy en día, el acceso a un coche eléctrico exige un desembolso inicial superior, que puede convertirse en un obstáculo. Sin embargo, esto cambiará con la puesta en marcha de la economía de escala. Cuanto mayor sean las ventas de coches eléctricos, más baratos será fabricarlos y más se reducirá esa diferencia de precio con los de combustión. En este sentido, los estudios aseguran que cuando el precio del kWh descienda por debajo de los 100 dólares (90 euros) se logrará la paridad de precios. Hoy, el precio medio del kWh ronda los 140 -150 dólares por kWh, y no tardará mucho tiempo en llegar al límite previsto.
La tecnología de las baterías
La mayoría de las baterías actuales se basan en la tecnología de iones de litio, con ánodos que necesitan en su composición química materiales como el propio litio, el níquel o el cobalto. Con reservas limitadas, y propensos a cambios de precio radicales en poco tiempo, la investigación se ha centrado en nuevos materiales y nuevas tecnologías para las baterías.
Los avances en este campo son significativos. En poco tiempo se presentarán baterías que emplearán cantidades mínimas de estos metales en sus electrodos, reemplazándolos por otros más abundantes. El electrolito líquido en el que se sumergen, por el que viajan los iones, se sustituirá por otro sólido, lo que aumentará la seguridad y la capacidad de las baterías.
También se está avanzando en la reutilización y el reciclaje de las baterías. Cuando su capacidad se vea reducida por debajo de las exigencias de un vehículo eléctrico, podrán emplearse en otros cometidos, como por ejemplo para sistemas de almacenamiento estacionarios de energía. En una tercera fase, cuando tampoco sean útiles en estas instalaciones, podrán pasar al proceso de reciclaje para que sus componentes básicos vuelvan la cadena de producción.
Conclusiones
En la actualidad, la tecnología ya permite que los coches eléctricos dispongan de autonomías suficientemente altas como para poder realizar cualquier tipo de desplazamiento. El incremento de las ventas, propiciada por las normativas de emisiones y las exigencias de los compradores activarán la economía de escala que reducirá los precios de producción y adquisición.
Paralelamente, la mayor presencia de coches eléctricos hará que las redes de recarga rápida en carretera y en las ciudades (para aquellos que no dispongan de un punto de recarga en su casa) se desarrollen enormemente, convirtiéndose en un negocio rentable para la industria
Por su parte, la tecnología evolucionará hacia baterías más capaces, más seguras y más baratas, diseñadas para su posterior reciclaje, lo que contribuirá también a reducir el precio de los vehículos, a eliminar las incertidumbres sobre los materiales que se necesitan para su fabricación y a reducir las emisiones que exige su fabricación.
En poco tiempo, cuando un comprador entre en un concesionario, su primera opción será un coche eléctrico: podrá usarlo para todos sus desplazamientos, será más barato que un coche de combustión y, además, le ofrecerá confort de conducción y unas excelentes prestaciones.
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Fuente: https://www.hibridosyelectricos.com
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