El Mazda CX-30 no podría representar mejor el equilibrio entre lo que debe ofrecer un coche compacto y las cualidades que le pedirías a un SUV. En términos de eficiencia o de sensaciones al volante se asemeja a un Mazda3, con el que comparte plataforma. Y estéticamente ofrece esa buscada línea SUV que, en el caso de Mazda, combina elegancia, deportividad y exclusividad a partes iguales.
Está disponible con dos motores de gasolina, el Skyactiv-G con el 2.0 atmosférico de 122 CV que protagoniza nuestra prueba, y con el revolucionario Skyactiv-X de 180 CV, que todavía no hemos probado, pero que promete una relación entre prestaciones y consumo muy interesante. Mazda sigue ofreciendo una versión diésel, el Skyactiv-D, con un motor 1.8 de 116 CV.
Los dos gasolina cuentan con sistema de hibridación ligera Mild Hybrid y, por lo tanto, con las ventajas de la etiqueta ECO de la DGT. Esto, junto con un precio 2.000 euros inferior al diésel –lo tienes desde menos de 24.800 euros, incluyendo descuentos, que pueden ser menos si financias la compra–, nos ha hecho elegir esta versión Skyactiv-G para la primera prueba del SUV compacto de Mazda.
Y ya te adelanto que nos ha dejado muy buenas impresiones.
Mazda CX-30: carrocería y diseño exterior
El Mazda CX-30 tiene una longitud de 4,40 metros, mide 1,80 metros de anchura y tiene una altura de 1,54 metros. Para muchos, puede parecer más un compacto en el que vas sentado algo más alto, aunque la postura al volante está más próxima a la de un turismo convencional que a un SUV al uso. La distancia entre ejes es de 2,65 metros.
De hecho, si lo comparamos con un Mazda 3, resulta alrededor de 6 cm más corto y 10 más alto. Y esa posición de conducción más elevada, junto a la estética SUV, puede ser un argumento de compra. El acceso al interior es más fácil que en un compacto, y la postura al volante más cómoda, al ir más “sentados”.
Sin llegar a contar con un diseño muy coupé, el CX-30 sí es de los SUV que transmiten deportividad, con una silueta muy fluida y minimalista. No da sensación de ser un coche pensado para salir del asfalto; tampoco es su objetivo. La zona delantera tiene mucho carácter, con una parrilla que ejerce protagonismo en un frontal en el que el paragolpes queda tan disimulado que parece no existir.
Interior: calidad y practicidad
En el habitáculo, la sensación de calidad que transmite el Mazda MX-30 tiene poco que envidiar a la que ofrecen otros SUV más caros y lujosos. Y este es otro de los puntos fuertes de este coche. Te sientes bien a sus mandos, con una sensación de estar “como en casa”.
En este nivel de precio no hay otro coche que esté tan bien acabado, y con tanta atención por el detalle. Lo percibes al tocar los materiales, con el tacto sólido y preciso de los mandos, por la calidad de las imágenes del sistema de cámaras, o por lo fácil que es encontrar los mandos que necesitas y lo cómodos que resultan los asientos. Además, ofrece distintas posibilidades de personalización, incluyendo acabados bicolor.
Por cierto, el diseño del salpicadero no es que recuerde al del Mazda3, es que prácticamente es idéntico.
La ventaja del MX-30 frente al compacto debería salir a relucir metro en mano. Pero en las plazas traseras, los ocupantes del MX-30 no viajarán más cómodos por unos centímetros extra respecto al Mazda 3que no aparecen, sino por una posición más al estar los asientos situados algo más lejos del suelo. Habría sido una buena medida ofrecer aquí algún tipo de regulación longitudinal de la banqueta o de inclinación del respaldo, con las que este Mazda no cuenta.
La capacidad de maletero sí es mayor que en el Mazda3. Anuncia 430 litros, unos 70 más que el compacto de la marca japonesa, aunque se queda por debajo de la media entre los SUV de su tamaño, que se acercan fácilmente a los 500 litros. Las formas son muy cuadradas y aprovechables. Y bajo el piso queda un hueco para objetos que, en caso de llevar el equipo multimedia de alta gama –de la marca Bose, con 12 altavoces–, también aloja el subwoofer.
En los acabados superiores el portón cuenta con accionamiento eléctrico, mientras que la altura de carga, debido a la forma del mismo, queda a solo 730 mm, lo que facilita la tarea de introducir o sacar el equipaje.
Sistema multimedia y asistentes a la conducción
Más cosas que me han gustado del CX-30, y que en otros coches están en desuso. Por un lado, la instrumentación, con una configuración clásica de relojes analógicos muy clara y fácil de consultar, aunque soy un defensor de las nuevas instrumentaciones digitales configurables.
Por otro lado, un sistema multimedia que conserva un práctico mando de control entre la consola central, lo que hace innecesario que la pantalla sea táctil, y permite colocarla en una posición alta y elevada, donde resulta más fácil de consultar sin apartar la vista de la carretera ni las manos del volante. Además, existe el control por voz para las funciones principales. Para despejar el salpicadero, se agrupan por debajo de la salida de ventilación situada a la izquierda del salpicadero algunos botones.
La pantalla del sistema multimedia tiene 8,8 pulgadas, es compatible con Android Auto y Apple Carplay, y ofrece una buena resolución y con una lógica de funcionamiento que hace fácil desplazarse por los menús y encontrar lo que necesitas.
En cuanto a los sistemas de asistencia a la conducción, el MX-30 puede contar con un control de crucero activo capaz de adaptarse y seguir al vehículo que circula delante en situaciones de tráfico denso, detector de fatiga mediante cámara que sigue el movimiento de los ojos del conductor, y sistema de frenada de emergencia.
Con un descuento sobre el precio de tarifa de 2.800 euros, el CX-30 está disponible desde 24.775 euros con acabado Origin, un precio 2.000 euros inferior al 1.8 diésel con la misma potencia. La versión Evolution cuesta 26.425 euros, y el acabado Zenith sube hasta los 27.675 euros. Se puede optar por un cambio automático, pero a partir del acabado Evolution, por un sobreprecio de 2.800 euros. También es posible optar por un sistema de tracción total, con un sobreprecio de 2.000 euros.
Motor atmosférico de gasolina y Mild Hybrid
Encontrar un coche en esta categoría con motor de gasolina que no recurra al turbocompresor, y que además tenga etiqueta ECO de la DGT gracias a la hibridación ligera, no es nada común.
Este 2.0 Skyactiv-G no es un motor espectacular en cuanto a sus cifras de rendimiento, pero sí lo es por la suavidad con la que funciona. Por ello, si asumes que tendrás que utilizar con frecuencia el cambio en situaciones en las que necesites que el motor empuje, esta versión es absolutamente aconsejable. Así que ya sabes: aquí no vale lo de tirar milla en marchas largas, hay que mover la mano derecha y el pie izquierdo en situaciones como adelantamientos o fuertes pendientes.
Lo bueno en este caso es que el motor es igual de sedoso a bajas vueltas que cuando la aguja busca la zona roja, y que la palanca de cambios tiene un tacto magnífico. La inmediata respuesta al acelerador hace que sea muy agradable de utilizar en ciudad.
En marcha con el Mazda CX-30
Gracias a soluciones como el sistema de desconexión temporal de dos de los cuatro cilindros cuando se circula en llano a velocidad constante (el conductor ni se entera) y al sistema M HYBRID, el Mazda CX-30 Skyactiv-G es uno de los SUV con potencias en torno a los 120-130 CV que menos consume. La media de nuestro recorrido de pruebas fue de 7,5 l/100 km, con recorridos a velocidad constante en los que la media se acercaba a los 6 l/100 km, y sin dispararse en ciudad, donde rozamos los 9 l/100 km.
El sistema M HYBRID funciona como es habitual en los coches Mild Hybrid: un motor eléctrico que puede funcionar como alternador y motor de arranque accionado por una correa a través del cigüeñal aporta asistencia a la conducción y ayuda al motor a arrancar más rápido tras detenerse en una parada. El supuesto apoyo al motor de combustión no se nota mucho, pero el start-stop es de los más rápidos y suaves que hemos probado. La batería de iones de litio de 24 voltios almacena la energía recuperada en las fases de deceleración y frenado.
No ha sido ninguna sorpresa el tacto al volante que ofrece el Mazda CX-30, uno de los SUV que ofrece sensaciones más parecidas a un coche compacto. Por ello es más ágil de reacciones y se siente más preciso que la gran mayoría de sus principales alternativas, como puede ser un Seat Ateca, un Skoda Karoq o un Nissan Qashqai. Lo más parecido por comportamiento dinámico sería un BMW X2, claramente en otro nivel de precio.
La suspensión con amortiguadores convencionales, ofrece un magnífico equilibrio entre confort y eficacia, y los movimientos de la carrocería están muy bien contenidos. El sistema GVC Plus aporta su granito de arena en la eficacia del MX-30. Funciona aplicando una pequeña intervención en los frenos de las ruedas exteriores al salir de una curva y retornar el volante a la posición neutra, haciendo más suaves las transiciones en los cambios de apoyo.
Fuente: https://www.top10motor.com
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