La contaminación por el desgaste de neumáticos es mucho peor que los gases de escape, según un studio
Un estudio reciente ha determinado que las emisiones de partículas PM2.5 y PM10 generadas por el desgaste de los neumáticos y de los frenos superan en más de 1.000 veces las que salen por el tubo de escape.
Llegados a este punto, la mayoría -si no todos- estaremos de acuerdo en que la contaminación generada por el transporte (en todas sus variantes, no solamente los coches) supone un problema. Hasta ahora el foco se ha puesto en las emisiones de gases contaminantes a través del tubo de escape, y las normativas anti contaminación han regulado en ese sentido. Sin embargo, ahora un estudio ha puesto de manifiesto un problema al que no se le ha prestado demasiada atención: las emisiones provenientes del desgaste de los neumáticos.
Las normativas anti contaminación han regulado la cantidad máxima de ciertas sustancias que los vehículos pueden expulsar por el tubo de escape. Pero existen otro tipo de emisiones contaminantes, no relacionadas con los gases de escape, cuyo impacto puede ser mucho peor en algunos aspectos. Según un reciente estudio de Emissions Analytics, las emisiones de partículas a causa del desgaste de los neumáticos puede ser 1.000 veces superior a las emitidas por el escape.
Emissions Analytics ha realizado pruebas utilizando una berlina de tamaño medio, con neumáticos nuevos inflados a la presión recomendada por el fabricante. Tras las mediciones, descubrieron que el coche emitía 5,8 gramos de partículas por kilómetro a causa de los neumáticos y los frenos. Una cifra más de mil veces superior al límite establecido para las partículas en los gases de escape, que no pueden superar los 4,5 miligramos por kilómetro. El problema podría ser aún peor si los neumáticos estuvieran poco inflados o la superficie de la carretera fuese más rugosa y áspera (desgasta más la goma).
El estudio ha puesto el foco en las partículas PM2.5 y PM10, partículas diminutas cuyo diámetro es menor de 2,5 y 10 µm respectivamente (1 micrómetro es la milésima parte de 1 milímetro). Este tipo de partículas son muy peligrosas por su elevado perjuicio potencial para la salud; el desgaste generado por los neumáticos y el polvillo que sale de los frenos cuando rozan la pastilla y los discos son los causantes de estas emisiones.
Actualmente se cree que las emisiones no relacionadas con los gases de escape son las principales culpables de las partículas emitidas en el transporte por carretera, atribuyéndose el 60 por ciento de todas las PM2.5 y el 73 por ciento de las PM10. Y sí, ahí también son culpables los vehículos eléctricos. Por eso, desde algunas instituciones piden que este tipo de emisiones se reconozcan como una fuente de contaminación del aire y sean convenientemente reguladas.
Como ya hemos dicho, estas partículas son altamente nocivas -especialmente las PM2,5, cuyo poder de penetración en el sistema respiratorio es aun mayor- y suponen un importante problema medio ambiental. Un problema que no tiene pinta de que vaya a menguar a corto plazo por la popularidad de coches más grandes y pesados, como los SUV, y el aumento de demanda de vehículos eléctricos -que si bien recurren menos a los frenos covnencionales gracias a la frenada regenerativa, sus baterías les siguen haciendo más pesados-.
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Fuente: https://www.hibridosyelectricos.com/
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