Objetivo: reducir la contaminación
Las boinas de contaminación que, lamentablemente, cubren los cielos de muchas de nuestras ciudades piden a gritos un cambio en nuestros hábitos energéticos. Más de 400.000 personas mueren prematuramente cada año en la Unión Europea (UE) por la mala calidad del aire y varios millones padecen enfermedades respiratorias y cardiovasculares provocadas por la contaminación, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), que además apunta que el 92% de la población mundial vive en lugares donde no se respetan las directrices de la OMS sobre la calidad del aire. Así lo indica un artículo de UE Studio publicado por elmundo.es.
La Comisión Europea (CE) advirtió a principios del año pasado a España (y a otros cuatro países de la UE) de superar continuadamente los límites de contaminación permitidos. En el caso de nuestro país, el problema radica sobre todo en las dos ciudades principales, Madrid y Barcelona, cuyos ayuntamientos ya han comenzado a lanzar medidas para restringir la circulación de vehículos.
Según los expertos, la calidad del aire de cada municipio, aunque depende exclusivamente de dicho municipio, se ve perjudicada principalmente por tres motivos: la calefacción doméstica, los procesos industriales peri-urbanos y el transporte rodado.
Un modelo energético sostenible para España en 2050, elaborado por Deloitte, aboga por promover el gas natural como combustible en el transporte para mejorar la calidad del aire. El gas natural vehicular (GNV), tanto en su uso como gas natural comprimido (GNC) para el transporte ligero, como su empleo como gas natural licuado (GNL) para transporte pesado por carretera y para barcos, está llamado a ser un combustible del futuro en el transporte debido a sus múltiples ventajas, no solo económicas sino también medioambientales.
El gas natural es la fuente de energía más limpia, menos contaminante y con menor contenido en carbono de todos los combustibles fósiles, por lo que toma una especial importancia para la reducción de las emisiones de agentes contaminantes y para la mejora de la calidad del aire. En comparación con otros combustibles, el gas natural reduce considerablemente las emisiones de óxidos de nitrógeno (NOx) y casi completamente las emisiones de partículas en suspensión y dióxido de azufre (SO2), principales causantes de problemas de salud respiratorios.
Más allá de la calidad del aire, el gas natural contribuye también a la lucha contra el cambio climático puesto que reduce de media un 25% las emisiones de dióxido de carbono (CO2), principal causante del efecto invernadero.
El gas natural juega un papel clave hacia un planeta más sostenible puesto que en su combustión produce de un 40% a un 45% menos dióxido de carbono (CO2) que el carbón y entre un 20% y un 30% menos que los productos petrolíferos. Así, cada m3 de gas natural consumido evita la emisión a la atmósfera de 1,6 kg de CO2 (en sustitución del carbón) y 0,7 kg de CO2 (en sustitución de productos petrolíferos).
El número de vehículos en España que utilizan el gas natural como combustible crece cada año y se sitúa actualmente por encima de los 6.000, aunque lejos de países como Italia o Alemania y de los 20 millones de vehículos que utilizan gas natural en todo el mundo, según datos de Gasnam (Asociación Ibérica del Gas Natural para la Movilidad).
A priori, según el mismo informe, “la principal barrera para el despliegue de vehículos pesados de gas natural puede ser la limitada disponibilidad de estaciones de repostaje de gas natural en la geografía española.
Antonio Mozas Martínez
Director de ASEPA (Asociación Española de Profesionales de Automoción)
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