El coche de gas pide paso
Los turismos con motor de gas también piden una oportunidad en la carrera que han emprendido los fabricantes de coches para ganar el favor de los conductores, contribuyendo a mejorar la calidad del aire de las ciudades. La última incorporación es el Seat León TGI, una moderna versión del exitoso modelo de la marca, que es presentado como la punta de lanza de una propuesta por reducir la contaminación de las ciudades, entre otras ventajas. Sus grandes bazas son un coste más económico y una notable reducción de emisiones contaminantes en la ciudad respecto a los coches diésel y gasolina. Lo leemos de Antonio Cerrillo en La Vanguardia.
La ofensiva contra la contaminación del aire en las grandes ciudades cada vez está resultando más intensa. Las dos grandes urbes españolas (Madrid y Barcelona) registraron el año pasado niveles de contaminación por dióxido de nitrógeno (NO2) superiores a los fijados por las directivas europeas. Buena parte del problema de la polución del aire viene originado por los vehículos diésel, cuyas emisiones de óxidos de nitrógeno (NOx) son las responsables de que la calidad del aire no haya mejorado en los últimos años, según explica Xavier Querol, investigador del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudio del Agua de Barcelona (CSIC). Por eso, las administraciones europeas y españolas están creando un contexto mucho menos favorable a los vehículos diésel, que está influyendo, entre otros factores, en que hayamos pasado del 56,8% de las matriculaciones diésel del año 2016 al 48,3% del año 2017.
El reducido coste del carburante y las bajas emisiones de NOx son otras de sus bazas. Así, el Ayuntamiento de Barcelona ha anunciado que prohibirá en el 2020 la entrada en la ciudad de los coches que no tengan la etiqueta ambiental de la DGT. Esto, en la práctica, significa que tiene intención de prohibir el paso a los vehículos diésel matriculados antes del 2006 y de los de gasolina que sean anteriores al 2000.
Además, tras el escándalo de los coches diésel de Volkswagen, la posición de estos ha quedado muy debilitada. La constatación de que sus emisiones contaminantes
reales son muy superiores a las de los valores de homologación ha puesto en entredicho a estos vehículos.
Por todo ello, algunos fabricantes empiezan a apostar por los vehículos que funcionan con gas natural comprimido (GNC), con el argumento de que son una solución económica y ambiental respetuosa. Estos modelos emplean el mismo combustible que se usa en la calefacción o la producción de agua caliente (el gas natural), pero se suministra en unas condiciones especiales de presión y temperatura que permite la carga de vehículos.
Los vehículos movidos con gas natural tienen la etiqueta ECO (distintivo mitad verde mitad azul) de la DGT, la segunda categoría con mejor consideración ambiental. Es decir, en las restricciones al tráfico debidas a episodios de elevada contaminación dictadas por los ayuntamientos, estos vehículos podrían seguir circulando por la ciudad.
Los vehículos con gas natural comprimido combinan este combustible con la gasolina. El renovado Seat León funciona esencialmente como un vehículo convencional (de gasolina o gasoil), con la particularidad de que dispone de dos depósitos: uno de gasolina y otro de gas natural comprimido. Funciona por defecto con gas con una autonomía de unos 420 kilómetros, pero cuando se acaba este carburante, el sistema se activa automáticamente con gasolina. La existencia de estos dos depósitos le permite ganar una enorme autonomía, hasta más de 1.300 kilómetros.
Los promotores de estos vehículos subrayan que el coste del combustible gastado por kilómetro recorrido es un 30% más barato que en un diésel y un 50% menor que el de gasolina. El bajo precio del carburante es otra gran baza, puesto que el gas natural es un 25% más barato que el gasóleo. Por contra, en toda la Península hay ahora menos de 100 surtidores de GNC, por lo que se considera que una de las asignaturas pendientes es ampliar esta red para repostar. Una reciente directiva plantea la necesidad de que haya una estación de carga cada 150 km y que las principales ciudades dispongan de infraestructuras suficientes.
También puede beneficiarse de una reducción de tarifas en zonas públicas de aparcamiento en Barcelona o Madrid y disfruta de un descuento del 75% en el impuesto local de circulación.
Antonio Mozas Martínez
Director de ASEPA (Asociación Española de Profesionales de Automoción)
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