Asfalto pintado de blanco contra el calor
Madrid es una ciudad especialmente propensa a las ‘islas de calor’, un fenómeno por el cual la temperatura del centro es superior a la de la periferia y que se da sobre todo en verano. “Sucede por dos razones”, explica Sandra Magro, directora de la empresa de restauración de ecosistemas Creando Redes, “una, por la emisión de gases de efecto invernadero que impiden que el calor salga; y dos, porque hay superficies que lo generan”.
Según escribe Analía Plaza en elconfidencial.com, esas superficies —carreteras, aceras y edificios— acumulan calor durante el día y lo liberan por la noche. Por eso, si paseas por el centro —por las plazas más duras, las que más granito y menos árboles tienen, como Sol, Callao o 2 de Mayo— durante alguna de las veladas estivales, notarás cómo la temperatura no cae. Permanece. Si alguna vez te has sentado de noche en sus bancos o bordillos, sabes de lo que hablamos.
La isla de calor madrileña se estudia desde los ochenta, pero en los últimos años dos grupos de investigadores le han dado un empujón. En 2016, el ayuntamiento solicitó a la Universidad Autónoma un informe sobre los barrios más afectados (los ‘hot spots’) y propuestas para mitigar el problema. Y en 2017, un proyecto de la Politécnica financiado por el Ministerio de Economía fue más allá y midió su impacto en edificios para aplicar los resultados a la hora de rehabilitarlos.
Ahora vayamos a Los Ángeles, una ciudad con cientos de kilómetros de asfalto y coches con una diferencia entre zonas urbanizadas y zonas que no puede superar los 12 grados. El año pasado, su alcalde se marcó el objetivo de bajar la temperatura 1,7 grados en los próximos 20 años. Y una de sus ideas fue pintar de blanco varias calles para que refleja-ran el sol, en vez de absorberlo.
“Tiene sentido”, dice Javier Neila, jefe de la investigación de la UPM. “Parte del proble-
ma es la energía absorbida por las superficies inorgánicas que se calientan. Pintar el asfalto de blanco podría ser una solución”.
El experimento de Los Ángeles ha funcionado con una reducción media de 5,5 grados con respecto a cuando el asfalto era negro. También han comprobado que no deslumbra a los conductores ni supone un inconveniente para la seguridad vial por visibilidad o deslumbramiento.
El éxito ha sido tal que Los Ángeles ya ha anunciado que este año repetirá y lo extenderá a tejados, otro de los elementos urbanos que más calor acumulan y sobre el que se puede actuar. Y no es la única: Phoenix (Arizona) también se ha interesado en los resultados del proyecto.
Lo cierto es que a estas alturas Los Ángeles no inventa nada, solo arregla los fallos de un urbanismo entregado al coche, a las carreteras y al ladrillo, como en el caso de Madrid. “El acabado blanco es la arquitectura tradicional de los climas cálidos. Piensa en el sur de España o norte de Marruecos”, apunta Samir Awad, de Hécate Ingeniería. “Las casas reflejan el sol, las calles son estrechas y las ventanas pequeñas. Eso se ha perdido con la construcción moderna”.
¿Tendría sentido intervenir las calles madrileñas? Las mayores desventajas que ven sus críticos son en el precio. Pintar de blanco los más de seis kilómetros de la Castellana saldría por unos 145.000 euros. Además, sus detractores consideran que hay que recuperar la naturaleza en la ciudad. En el Retiro hay hasta seis grados menos porque hay mucho arbolado y superficies verdes.
“Estas experiencias pueden ser llamativas, pero su importancia real es mínima”, añade un ingeniero de carreteras consultado. “Disminuir el problema requiere actuar en muchos frentes, no solo en los pavimentos de calzadas.
Todos los consultados coinciden en que hay soluciones más lógicas y duraderas que las carreteras pintadas de blanco. Utilizar materiales claros en la construcción, incluidos los tejados —pero nunca con materiales reflectantes, para no dar problemas al tráfico aéreo— o cubrirlos con plantas serían buenas medidas en edificios. En las calles, las ideas más razonables son los pavimentos drenantes y, sobre todo, la vegetación. Poner árboles generaría sombra y evitaría que el calor llegase al suelo: lo mismo que pretenden las cubiertas de colores como las de la calle Preciados.
Reducir el tráfico, por último, se da por descontado para evitarlas: tanto para no emitir gases como para recuperar espacio para la vegetación.
Fuente: http://www.asepa.es/
Antonio Mozas
Director de ASEPA (Asociación Española de Profesionales de Automoción)
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