La primera utilización del término zapata aplicado a los vehículos lo encontramos en los carros de caballos, que llevaban colgada una pieza de hierro cuya forma recordaba a un zapato, que servía para poner debajo de una rueda del coche cuando estaba parado y así impedir su giro. Esta zapata metálica, en francés sabot (zueco), iba fijada con una cadena al chasis del coche y al bloquear la rodadura lo mantenía fijo. Se trataba de un freno de estacionamiento.
El paso siguiente fueron los frenos de retención con las zapatas externas que friccionaban sobre la llanta de la rueda, actuadas con un dispositivo manual de aproximación y que se mantuvo tras el paso de los carruajes de caballos a los primeros automóviles. Este sistema, también utilizado como freno de estacionamiento, era muy efectivo pero llegó a su final cuando se empezaron a utilizar ruedas con llanta de goma, incompatibles con la fricción de las zapatas.
Fue entonces cuando nacieron los tambores de freno de pequeño diámetro montados en el interior de las ruedas, inicialmente con la superficie de fricción externa, y de ahí que las piezas que abrazaban y frenaban el tambor se conociesen como mordazas, mâchoire en francés, término que nuestros vecinos han mantenido para las zapatas actuales que frenan sobre el interior del tambor, habiendo reservado sabot para las zapatas externas sobre llanta como las de ferrocarril. En español se mantuvo el término zapata para ambos casos.
Tanto las zapatas como las mordazas estaban forradas con cuero, único material disponible entonces para una aproximación progresiva y resistente a la fricción del frenado, y de igual forma se utilizaba en los embragues, que aumentaban su superficie de contacto haciéndola cónica. El cuero funcionaba razonablemente bien pero su duración era limitada.
En los años 1910 el Sr. Herbert Frood vivía en Derbyshire Hills en Inglaterra, una zona con muchas cuestas y por ello se puso a pensar cómo poder mejorar la frenada sin tener que aumentar la presión de contacto a través del forro de cuero, que se desgastaba rápidamente. Para ello desarrolló un material compacto de fibra de lana con hilos
metálicos e impregnado con resina para aumentar la fricción, consiguiendo unos resultados claramente superiores que con cuero. Las prestaciones y en particular la duración de estos nuevos forros mejoraría mucho más con la utilización del amianto, hasta su prohibición en el año 2001.
El Sr. Frood patentó su nuevo material de fricción y lo quiso bautizar con su nombre pero se dio cuenta que la pronunciación no iba a ser fácil en otras lenguas, así que decidió cambiar el orden de las letras y añadir una e –se dice que por su mujer Elizabeth– creando la marca registrada Ferodo, que pasaría a ser el nombre común de los forros de freno y embrague en todo el mundo.
El término ferodo está presente en el diccionario RAE y en el DicAsePA.
No consta que H. Frood hubiera sido nombrado Sir o Lord of Modern Brakes, pero méritos no le faltaban.
(Manuel Lage, presidente de la Comisión Técnica ‘Observatorio de Términos de Automoción’ de ASEPA)
Fuente: http://www.asepa.es/
Antonio Mozas
Director de ASEPA (Asociación Española de Profesionales de Automoción)
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