No hay excusas. No se puede utilizar aquello de “no se podía saber” porque sí, se sabía. Se pudieron apreciar los primeros efectos del cambio climático con los trabajos de Charles David Keeling realizados en los años 50.
En 1955, en los parajes salvajes de Big Sur, un joven investigador del Caltech, Charles David Keeling, recogió muestras de dióxido de carbono entre las imponentes secuoyas del norte de California. Lo hizo varias veces por noche a lo largo de 18 meses, de enero de 1955 a junio de 1956.
Keeling midió los niveles de fondo de dióxido de carbono en todo el oeste de Estados Unidos, en la región de Big Sur, pero también en estaciones desérticas y de alta montaña, en bosques y praderas, sobre la ciudad de Los Ángeles y sobre las aguas del océano Pacífico.
Los resultados de esas mediciones le llevaron a realizar una serie de experimentos desde la cima del volcán hawaiano Mauna Loa que dieron lugar a la Curva de Keeling. Esta es una representación gráfica que muestra los cambios en la concentración de dióxido de carbono (CO₂) en la atmósfera desde 1958.
Estas mediciones fueron la primera evidencia de los rápidos incrementos en los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera debido esencialmente a la quema de combustibles fósiles. Su trabajo es la base de nuestra comprensión del cambio climático provocado por el hombre.
Las industrias del petróleo y del automóvil financiaron la primera investigación sobre el cambio climático
Sin embargo, lo que no se sabía es que fue la propia industria de los combustibles fósiles la que financió algunas de las investigaciones sobre el clima más importantes del mundo ya en 1954, según demuestran una serie de documentos que sacó a la luz recientemente Rebecca John, investigadora del Climate Investigations Center, y publicados en DeSmog.
Estos documentos proceden de los archivos de Caltech, de los Archivos Nacionales de Estados Unidos, de la Universidad de California en San Diego y de periódicos de Los Ángeles de la década de 1950. Son lo que podría ser la primera vez que la industria de los combustibles fósiles tiene información sobre las consecuencias potencialmente nefastas de su negocio.
Fue en diciembre de 1954, que una coalición de intereses petroleros y automovilísticos (había 18 marcas de coches, como Ford, General Motors o Chrysler) aportó 13.814 dólares (unos 158.000 dólares actuales) a la recién creada Air Pollution Foundation para financiar los primeros trabajos de Keeling en la medición de los niveles de CO₂ en el oeste de EE.UU., según revelan los documentos.
El objetivo de los trabajos de Keeling era investigar el smog, la niebla tóxica, que asolaba regularmente Los Ángeles en aquella época. Y esto le llevó a investigar los niveles de CO₂. Hasta que la Air Pollution Foundation explicó a Caltech que los trabajos de Keeling sobre el CO₂ no estaban relacionados con el problema de smog en Los Angeles, pero aceptaban que esos fondos sirvieran “para investigar sobre los isótopos de hidrógeno”. Keeling pudo seguir investigando en el volcán Mauna Loa gracias a fondos federales.
“Estos descubrimientos son una sorprendente confirmación de que las grandes petroleras han tomado el pulso a la ciencia académica del clima durante 70 años -el doble de mi vida- y un recordatorio de que siguen haciéndolo en la actualidad. Son una burla a la negación de la ciencia climática básica por parte de la industria petrolera décadas después”, declaró Geoffrey Supran, experto en desinformación histórica sobre el clima de la Universidad de Miami.
De hecho, como recuerda Rebecca John, “a pesar de que en 1954 se les advirtió de los posibles efectos del CO₂ sobre el clima, 35 años después numerosos miembros y patrocinadores de la Air Pollution Foundation (entre ellos la Asociación de Fabricantes de Automóviles, Chevron y BP) participaron en una campaña multimillonaria contra las políticas climáticas destinadas a atajar el calentamiento global y promovieron la negación de la ciencia que ellos mismos habían ayudado a financiar”.
Para Carroll Muffett, director ejecutivo del Center for International Environmental Law, en declaraciones a The Guardian: “Hay pruebas abrumadoras de que la industria del petróleo lleva 70 años engañando al público y a los reguladores sobre los riesgos climáticos de su producto. Confiar en que formen parte de la solución es temerario. Ahora hemos entrado en una era de rendición de cuentas”.
El problema es que toda la actividad requiere un elevado consumo de energía, casi siempre de energía fósil, desde las guerras hasta nuestras vacaciones cruzando medio mundo en avión para ello.
Mientras tanto, en la actualidad, la curva de Keeling arroja una concentración de CO₂ en Mauna Loa de 426,50 ppm (partes por millón), cuando en 1960 no llegaba a 320 ppm.
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Fuente: Motorpasión
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